El accidente

De día, desde la ventana sólo podía ver un muro gris grafiteado con unos símbolos extraños que no le significaban nada, por la noche los rayos de luna entraban tímidamente, entre suspiros y desvelos maquinaba un plan de escape, a veces amanecía optimista e imaginaba que mágicamente desaparecían los barrotes, una voz lo llamaba con dulzura y él salía flotando por la ventana, bajaba los treinta pisos de su prisión canturreando una especie de himno religioso hasta llegar al suelo, al sentir la tierra bajo sus pies el sueño terminaba.

Día a día durante los últimos años había planeado miles de formas, desde las más simples que tenían que ver con alguna falla en los sistemas de seguridad, o un inesperado perdón, hasta las más fantasiosas e inverosímiles situaciones, como desvanecerse en el aire y salir por las rendijas de ventilación convertido en sonido. Estos sueños ilógicos solían aparecer principalmente en las noches de verano, cuando el calor descomponía sus alimentos y disminuían la cantidad de agua de su dieta, entre la deshidratación y comida putrefacta las alucinaciones se volvían horripilantes y su mente conformaba esas salidas maravillosas en un intento colosal por mantener la cordura.

Como todos los presos no recordaba con exactitud el motivo por el cual había sido condenado, pasaba noches enteras tratando de recordar, estallaba en cólera al no lograrlo y se golpeaba contra los muros hasta perder el conocimiento. Al día siguiente con tranquilidad pensaba que no había hecho nada, que simplemente había nacido en esa diminuta habitación y su destino era pasar la eternidad ahí, eso era lo que le tocaba hacer en este mundo, y de alguna forma su participación ayudaba a mantener el equilibrio cósmico.

En ocasiones se oían gritos espeluznantes, algún infeliz que perdía la razón y después de algún intento de suicidio era paralizado, una vez estuvo a punto de pasar por eso, después del quinto intento les inyectaban una sustancia caliente que los dejada inmóviles por tres días, y entre sus inmundicias y la desesperación, la mayoría acababan por no volver a intentarlo, aunque de vez en cuando alguno se aferraba a morir; entonces lo volvían cuadripléjico, lo alimentaban con sondas y pasaba el resto de su vida viendo el techo hasta que su organismo dejaba de respirar, eso en el mejor de los casos pasaba después de unos años, pero había casos de personas muy  longevas.

3015-18

Esa mañana despertó abruptamente y recordó una fecha: 16 de mayo de 3015, la felicidad lo inundó por completo, en esa fecha fue recluido, hacía mucho que la había olvidado, era el principio de la recuperación de su memoria, tal vez pronto recordaría lo sucedido. Cambiaron de nuevo su dieta, la falta de luz nuevamente lo estaba descompensando. A veces parecen graciosas las mutaciones humanas, una persona puede pasar días sin agua y comida, pero no más de 24 horas sin luz.

Pasó la noche en vela, tratando de escudriñar en los recuerdos, la imagen de su cuerpo bañado en sangre se volvió recurrente, ¿habría matado a alguien? Tal vez estuvo en un atentado y por error fue condenado, la peor tortura de los recluidos era la incertidumbre, en menos de una semana empezaban a confundir el día con la noche porque los intervalos de luz y oscuridad no correspondían con los horarios afuera, se alteraban sus sentidos y no encontraban forma de establecer el tiempo, cuando el cabello era muy largo se lo arrancaban. Nadie sabía cuando había llegado a ese lugar y a pesar de los intentos todos estaban seguros de que nunca saldrían.

Empezaron a brotarle las lágrimas cuando descubrió en su brazo un tatuaje, no recordaba haberlo tenido antes, pero eso no importaba, la imagen colorida de un colibrí lo veía directo a los ojos, era Milo, se llamaban igual, de pronto una cascada de imágenes empezaron a desbordarse en su cerebro, no podía pararlas, ni observar alguna detenidamente, la excesiva actividad mental hizo que cayera súbitamente desmayado.

Al despertar, estaba en una habitación muy iluminada rodeado de personas que lloraban y reían a su alrededor, entonces vino a su mente el recuerdo del accidente, el metro en el que viajaba se había descarrilado. Uno de los doctores se le acercó y lo felicitó por ser el único sobreviviente de tan terrible catástrofe, al parecer había sido una falla mecánica, por tanto el gobierno se estaba haciendo cargo de todos los gastos médicos, no tenía que preocuparse por el dinero.Cama-18

Entonces, una mujer se le lanzó intempestivamente al médico y lo empezó a golpear, tardó un par de segundos en reconocerla, era Liza, su novia, quien gritaba enfurecida de qué servía todo si ni siquiera parecía escuchar, cómo podía llamarle vida a eso. Después de observar detenidamente lo entendió, no había sido un sueño, no estaba preso por error, de verdad estaba condenado hasta la muerte.

Para citar este texto:

Vázquez, Nadia. «El accidente» en Revista Sinfín, no. 18, julio-agosto, México, 2016, 27-29p. ISSN: 2395-9428: https://www.revistasinfin.com/revista/

Nadia Vázquez Díaz
Nadia Vázquez Díaz

Es ensayista, narradora e ilustradora amateur. Vagó por las letras por muchos años sin compromiso claro, escudriñando en los defectos del lenguaje para enseñar español a extranjeros. Siempre cautiva por las artes gráficas, que a pesar de darle un título universitario en Diseño Gráfico y algunos gratificantes trabajos, nunca fue del todo lo más importante en su quehacer cotidiano. Los grados académicos (Especialización y Maestría en literatura) le han caído como resultado de una persecución estética que aún no soluciona. Actualmente, su vida se divide entre la academia, el arte y la enseñanza, aún transita por las letras explorando entre lo real pero posible.

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