Vaivén

El mar enviste la playa una y otra vez, junto al mar tu figura enviste mis ojos: vas y vienes entre suaves y cadenciosos ritmos que trae el viento, el mar, la playa y todas las cosas que han pasado desde la primera vez que una ola tocó tierra. Todas esas cosas pueden bastar para llenar mil historias de cómo vas y vienes, de cómo tus caderas fingen demencia mientras en suave vaivén llaman, llaman y se van, van y llaman. Con ese ritmo que parece impulsar la brisa, que del mar a la playa barre y pequeñas partículas de arena acarician mi imagen de ti, de tu sonrisa en mi mente; quizá éste sea el momento preciso para escribir una historia de ti, del mar y la playa, de tus caderas en vaivén y de la imagen que tengo de ti unida a todo, ponerla dentro de una botella y arrojarla al mar. Que el vaivén de las olas la arrastre por la playa, la aleje y la acerque, hasta alcanzar la orilla del horizonte, mientras, con mis pies juego con la arena esperando romper el hipnótico vaivén de tu cuerpo que parece darle forma a la brisa que me toca, darle espacios y silencios, convertirla en música, así tus caderas llaman a ritmo constante como el mar a la playa.

Se ha hecho ya tarde y el mar hace lo mismo que todos los días, que todos los meses, que todos los siglos; a veces sólo la forma de golpear la playa cambia y así tus caderas en vaivén hacen lo mismo todos los tiempos y, es allí, donde quedo varado en ínfimo espacio: donde termina la playa y empieza el mar o donde empieza el mar y termina la playa. Minúsculos granos de arena bailan al ser arrastrados ola tras ola, mientras tú, suave y cadenciosa bailas, bailas y bailas sobre el tiempo que parece alargarse y deformar el espacio que es abierto con el vaivén de tus caderas.

Tus manos juegan el mismo juego a otro ritmo. La tormenta aparece, y en ti ya nada es promesa, juegas a ser tempestad que sólo parece ser amainada por el constante romper de las olas en el acantilado donde mi cuerpo yace. Tus manos llaman cual pequeños gestos y tus caderas van, vienen: golpean una y otra vez mi vitalidad, procuro soportar el viento y entre pausas la oscuridad es más notoria. Van y vienen tus caderas y las olas del mar, tus manos juegan y el viento arrecia; procuro asirte, sostenerte, pero te niegas en vaivén y toda tu fuerza está ahí rompiendo mi carne, erosionándome: entre cada ventarrón hay un silencio, como en las melodías los silencios dan el ritmo; tus caderas, esperanza; las olas, promesas; las tempestades, fe; tus manos, alivio, y la playa, certeza; todo eso está cuando vienes y cuando vas, nada… Sólo la promesa de regresar.

OLAS

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