Del libro Nocturno corazón de los insectos

Presentación y selección

Jonathan Alexander España Eraso

Una luz remota esclarece la escritura de Ana Corvera. Es la luz nocturna que por obediencia a su orden de darse esclarece, a la vez que recogida en una especie de intangibilidad, que parece ignorar lo por venir, no hace sospechar de inmediato que se origina de una herida que deviene escritura. Por eso ella es fuente y desembocadura. Eana-corveras elevación y caída. Es la palabra descubierta como milagro en el follaje, negando la soledad del poeta, pues lo que éste dice de sí mismo -afirma María Zambrano- lo enuncia de los hombres. Pero más que de una enunciación se trata de una anunciación, de una nueva que esta escritura verdadera (la de Ana Corvera) hace despertar para que el silencio aparezca desnudo de sí, abra el libro y la vida se contenga en ese sol que es la luna. Ahí la poeta se mira desde adentro, que sólo por esto se hace poeta, desde un ruido de luces húmedas; esas que se le hicieron perceptibles por haber permanecido en el jardín de la infancia donde lo que late es un corazón bajo la brevedad de un relieve onírico, de los insectos, de la lluvia, del mar que nos espera. Nocturno corazón de los insectos, visto desde esta perspectiva, es, en su trazo de filigrana, una entomología de la palabra en busca de ese insecto embrujado que, en esencia, es toda poesía.

A continuación un fragmento de “Mariposa luna (Actias luna)” extraído del libro Nocturno corazón de los insectos:

El árbol recuerda la llama y su funesta blancura: entonces un diluvio esparce temores y surge la mariposa nocturna, alumbrada por el grito de los niños atrapados en su vientre. El agua viaja a través del fuego, la noche cae gota a gota. El insecto levanta una de sus máscaras y se aparta de la muchedumbre, llevando en sus alas el color de cien manos. Un aroma invade los rincones de su cuerpo, en silencio advierte una identidad, la murmuración de un nombre, y dedica su vida a lágrimas futuras. Emprende la búsqueda y vapores en el aire encienden la fugacidad en su decencia.
Se abren pupilas. Los rumores son tristes como incienso, olor de agonía. La mariposa debe posarse en alguna frente y estrellarla, apolillarse en una de sus rutas y jamás olvidar el regreso. Llega, entierra ojos y labios en algún rostro e inventa una música. Entonces huye, es tímida y no se queda, niega de su pecho los rubores de esperanza.
Es el templo coronado por la luna su último reflejo, nada existe fuera de la oscuridad. La mariposa aparece envuelta de fuego y de lluvia sobre las alas blancas respondiendo al amor unos pocos segundos. Luego impone a la caricia el retorno, cuida su paso de las huellas y apaga el rostro en un muro. Vuelve junto a sus hermanas en un lugar demasiado espeso hasta que el abismo destruye su imagen. Se va.

Ana Corvera (Zacatecas, 1984) ha publicado recientemente en Ediciones de Media Noche, “Nocturno corazón de los insectos”, un libro de narrativa que no pocas veces intersecta con la poesía. Ana Corvera obtuvo el Premio Estatal de Ensayo “Mauricio Magdaleno” 2006 y un año después fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (FECAZ).

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