Música de mi tierra

Hace casi un año que no escuchaba la marimba, la última vez fue cuando murió mi abuela, a las mujeres en mi familia les encanta, supongo que porque a todas les gusta bailar. A mí me fascinaba hasta que descubrí que hay canciones con letra, y que la letra me molesta, me impide adentrarme en el golpeteo, aún así, me gusta ir siguiendo el compás, tratando de descifrar entre golpes huecos y sonoros el alma de mi tierra; ese lugar en el que no nací, pero al que voy de vacaciones o en momentos tristes, donde el calor sofoca y el cariño asfixia, donde la gente llora por los vivos y ríe cuando ya están muertos, porque así se demuestra el amor, en vida, y se da gracias en muerte.

"马林巴: Marimba" Caligrama en tinta china, en papel amate y de arroz. José Carlos Monroy
«马林巴: Marimba»
Caligrama en tinta china, en papel amate y de arroz.
José Carlos Monroy

Claro que es música de fiesta, pero de alguna forma y sin proponérmelo en los últimos años sólo he asistido a funerales. En este instante oigo Las chiapanecas, era la canción favorita de mi abuela; yo prefiero El bolonchón, me suena a chocolate con agua, a tortilla quebrada, tostadita con café y el llanto por el ser querido enfermo.

Hace diez meses que todo empezó, y hace apenas tres que entendí que nada había acabado, que es fácil saber cuando las dificultades comienzan, pero muy difícil determinar cuándo van a acabar, hasta que ya no hay más. Y empiezas con visitas al médico, horarios estrictos para la medicina, la dieta específica, tantas cosas se vuelven parte de la rutina hasta que algo falla.

Mi abuelo murió hace exactamente cuarenta días, dos años después de su esposa, hoy fui al panteón después de la misa, no me oyó llorar por él, la enfermedad me impidió llegar a tiempo, así que me pregunto si supo lo mucho que lo quiero, quizá algún día me responda; en mi casa se llora, se ríe y se reclama cuando pueden oírte, porque si no se enteran todos los interesados es mejor no esforzarse. La marimba lleva mucho rato tocando, esta vez mi corazón y mis pies siguen el ritmo.

Una hospitalización tras otra, de emergencias a piso, luego a casa por unos días y de nuevo otra vez, una segunda opinión, una tercera y siempre la misma respuesta, a ver cómo reacciona con el tratamiento.

Empezó a llover, y el techo de lámina me aturde, ya prendieron el fogón para el café y los panitos, aunque todos prefieren el caliente de piña. Son las tres, la hora de la pastilla del corazón y las galletas de animalitos, por fin siento su ausencia. Mañana, sin altar, ni flores, ni medicamentos, me empezará a hacer falta; y sólo quedará el recuerdo de la música en esta casa vacía, guardando polvo hasta el próximo entierro.

El buen ánimo nos acompañó en todo el proceso, no siempre el mío, a veces el de la familia, los amigos y hasta los médicos, aunque supongo que el de ellos es una costumbre aprendida y perfeccionada con los años de práctica, las palabras amables y las sonrisas tienen cierto grado de magia, diría que hasta son curativas.

Han llegado parientes desde muy lejos, no veía a mi tía Cande desde el bautizo de su primer nieto, ya tiene ocho, está muy delgada. Mi primo Cristián, a quien llevaba a nadar al río de pequeño, ya es ingeniero, y se casa el mes próximo, no podré ir a la boda. Hay mucha gente que no reconozco, la gran mayoría, pero todos abrazan fuerte a mi madre, estos eventos sociales nunca han sido lo suyo, tiene la mirada perdida como los últimos días que pasamos en el hospital, aunque habla más que entonces, por momentos hasta canta en voz baja con los músicos.

"沙锤: Maracas". Caligrama en tinta china, en papel amate y de arroz. José Carlos Monroy
«沙锤: Maracas».
Caligrama en tinta china, en papel amate y de arroz.
José Carlos Monroy

Comer sin sal fue la primera tragedia, luego no poder vivir en la ciudad por la altura, evitar el estrés y el ejercicio, sólo breves caminatas, y ningún sobresalto ni bueno, ni malo. En poco tiempo se olvida como era la vida antes de tantos cuidados.

Habrá rosario a las seis, yo hubiera preferido que fuera más temprano, antes de la lluvia, porque aquí llueve a cubetadas y la gente nunca logra llegar a tiempo. Es extraño pasar estos momentos entre desconocidos, aunque sean de tu familia, pero es ilógico esperar que mis amigos viajen 1300 kilómetros para oír la marimba a mi lado.

Las últimas semanas ni siquiera podía sostener un libro, y empezaron a abundar las anécdotas familiares, recuerdos colectivos de sucesos sin importancia, pero muy entretenidos, la fuerza se fue escapando con la alegría, unos días estaba irritable otros ni siquiera eso.

El altar está lleno de fotos, y a pesar de que soy alérgica, decidieron que el corozo cubra las costados, las flores blancas nunca han sido mis favoritas, pero lucen muy bien en las paredes, además, aquí nadie imagina un entierro sin ellas.

Parece ser hora, mi abuela me llama para que oiga el rezo, insistí en que no sean nueve días de oraciones, porque lo único que oí esta semana fue ese murmullo y me parecía horrible, pero ahora quisiera que duraran un año para ver a toda mi familia junta por mucho tiempo.

Mi cuerpo está vestido de rosa, aunque yo prefiero el morado, antes del final, acepté todos los cambios que quisieran hacer para el evento, llevábamos una semana preparándolo, entre el desayuno (que ya no me apetecía) y la pastilla del mediodía. Mi hermana lo llamó tortura, insanas manías de gente enferma que se cura y luego se ríe de todo lo que planeó, lo llamó la enfermera. Dos minutos después de reírme del comentario, el frío empezó a subir por mi cuerpo, el corazón no bombeó más, el golpeteo paró, igual que ahora se detiene la marimba.

El cura llegó, empezaremos a orar.

"音乐: Música". Caligrama en tinta china en papel amate y de arroz. José Carlos Monroy
«音乐: Música».
Caligrama en tinta china en papel amate y de arroz.
José Carlos Monroy
Para citar este texto:

Vázquez, Nadia. «Música de mi tierra» en Revista Sinfín, no. 19, septiembre-octubre, México, 2016, 23-27pp. ISSN: 2395-9428: https://www.revistasinfin.com/revista/

Nadia Vázquez Díaz
Nadia Vázquez Díaz

Es ensayista, narradora e ilustradora amateur. Vagó por las letras por muchos años sin compromiso claro, escudriñando en los defectos del lenguaje para enseñar español a extranjeros. Siempre cautiva por las artes gráficas, que a pesar de darle un título universitario en Diseño Gráfico y algunos gratificantes trabajos, nunca fue del todo lo más importante en su quehacer cotidiano. Los grados académicos (Especialización y Maestría en literatura) le han caído como resultado de una persecución estética que aún no soluciona. Actualmente, su vida se divide entre la academia, el arte y la enseñanza, aún transita por las letras explorando entre lo real pero posible.

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