Ante el actual clima político mexicano surgen distintas interrogantes en relación con la democracia y el ejercicio del poder. Los partidos políticos están lejos de la representatividad, el poder ejecutivo no logra cimentar su legitimidad y los disidentes del régimen son reprimidos. Algunas de las características del estado mexicano parecen invocar un monstro que se creía muerto: el fascismo.
La carga conceptual y empírica de esta palabra hace que se le considere en desuso, exagerada y por demás ofensiva. Nadie quiere escuchar que su gobierno es fascista, ni el Estado ni los ciudadanos. Creemos que éste tipo de gobierno ya está erradicado y obsoleto, no es más que una página horrenda y penosa de la historia occidental. Sin embargo, debemos estar alerta y no olvidar que la historia nos ha enseñado que las versiones oficiales no son, necesariamente, verdaderas y que la mayoría de éstas son producto de las necesidades del régimen en turno que ve en ellas una oportunidad para mostrarse tal y como no es.
Para comprender el porqué de la invitación al análisis, es preciso exponer algunas de las características que los diferentes fascismos que han existido, con el único fin de ayudar en análisis de la situación actual de nuestro país.
Antes que nada es imperativo señalar el aspecto económico, Lenin habla de que no se puede hablar de fascismo si no se conocen las características y alcances del imperialismo; siendo ésta la causa de que la burguesía se vuelva reaccionaria, ya que buscaran derribar aquellos elementos que impidan su desarrollo, por ejemplo, el monopolio. Este movimiento lo realiza la media y baja burguesía en contra de la clase en el poder.
Esto podemos ejemplificarlo con la paulatina (y por demás lenta) extinción del monopolio en telecomunicaciones, gracias a la lucha de otros empresarios. La reforma en las leyes obliga a los monopolios a abrir su mercado posibilitando así la libre competencia. Esta reacción se logra son base en elementos propios de la democracia, como la elección de representantes en el senado y congreso estatal y federal con la finalidad de presentar las reformas y así lograr que sus propósitos se cumplan. Se sostienen del aparato democrático para defender sus intereses económicos; mientras éste les sirva lo defenderán, cuando les estorbe posiblemente lo desechen.
Es así como llegamos a otra de las características del estado fascista: la desaparición de todo tipo de ejercicio democrático. Un aparato legislativo permite que los empresarios y disidentes del estado se expresen y claramente se opongan al régimen; cuando la democracia no representa un obstáculo, se le permite su existencia; sin embargo, el fascismo busca la disolución de este aparato, puesto que le posibilita el cambio y eso va en contra de sus intereses.
La correspondencia que tiene este punto con la actualidad del estado mexicano se encuentra en la violencia electoral, la compra de votos, la falla estadística de los conteos y la nula capacidad de elección. No hay una cultura democrática en el país, pues no sólo se trata de ir a las urnas cada que hay elecciones. De lo que trata un estado democrático es que el Estado electo sea realmente elegido por la mayoría de la población, además de que siempre debe estar al alcance información pertinente y veraz de los candidatos, sus propuestas y antecedentes políticos. Lo que se busca es una representatividad real de los intereses de la sociedad.
La participación y la defensa de los aparatos democráticos desgraciadamente se ven asfixiadas por los intereses partidistas. La vieja tradición del compadrazgo se hace evidente cuando los candidatos no tienen la preparación suficiente o bien son ya funcionarios que han estado siempre inmersos en la actividad política, sin dar cabida a nuevas generaciones o a nuevas propuestas.
Reciclaje de funcionarios, puestos heredados, comprados o vendidos, elecciones violentas, manipulación de la información, compra de votos, en fin, hemos visto hasta el cansancio la cantidad de estrategias que se ejercen para tener coartada la libertad de elección. No hay una democracia real en un pueblo sometido por la violencia armada, el miedo y, por supuesto, el hambre. En este sentido la desaparición de los aparatos democráticos pareciera ser un simple trámite simbólico, pero sólo es posible si la clase obrera y campesina (que es la mayor parte de la población del país) permite que sus instituciones, por muy simbólicas que sean, caigan en manos de un estado que sólo busca su desaparición.
Con este panorama pasamos inmediatamente a una de las características más importantes del fascismo: la desaparición de todas las formas de oposición al estado. El sometimiento de los disidentes utilizando la fuerza policial corresponde al aparato represor. Sin embargo, éste no viene sólo, se acompaña con una estrategia del otro aparato constitutivo del estado, el ideológico.
Los medios de comunicación masiva de nuestro país funcionan como adoctrinador y transmisor del esquema ideológico del Estado, un ejemplo de esto es la criminalización de las protestas civiles y la victimización del cuerpo policial. Se nos presenta a un contingente vandálico, aunque nunca nos presentan cuál es el motivo de su protesta, tan sólo nos dice en dólares todo aquello que se perdió, que “han secuestrado la ciudad”, pero nunca nos mencionan que fue lo que sucedió con sus peticiones.
De esta forma el estado justifica sus acciones violentas en contra de los sectores de la población que se le oponen abiertamente. Siempre se actúa conforme al estado de derecho, pero no nos mencionan qué entienden por éste o cuáles son sus implicaciones. Es entonces así como el aparato ideológico utiliza los medios de comunicación con el único fin de legitimar el régimen en turno. Este aparato utiliza todo el arsenal argumentativo, teórico e histórico que posee para arremeter contra el movimiento que está en contra de éste. Siempre que tenga un buen aparato ideológico será menos visible la presencia de su aparato represor, pero las doctrinas se desgastan y más aquellas que se usan indiscriminadamente para defender lo indefendible.
Quizá sea un poco exagerada la consideración de un posible desarrollo del estado mexicano en un estado fascista, pero es preciso aclarar que es una teoría que presenta algunas coincidencias con el momento que está atravesando actualmente el país. Es cierto que éstas características no son exclusivas del fascismo; sin embargo, al haber circunstancias similares, se deben tomar las medidas necesarias para generar las condiciones más desfavorables para el desarrollo de ésta y cualquier otra forma de gobierno que tenga como trasfondo la represión y la desaparición forzada de la disidencia, siempre en el marco de la impunidad.
Para citar este texto:
Salas Reyes, Karla Laura. «¿Fascismo en México?» en Revista Sinfín, no. 1, septiembre-octubre de 2013, México, 77-78pp. |
Fascio es unión, «fuerza a través de la unión» una palabra latina que en nuestro siglo y en México puede ensayarse como «ultra nacionalismo reaccionario», porque el significado del fascismo ha sido desgastado en su significado social relevante, y como se ha dicho «el interés partidista» es un asunto de hegemonía, desigualdad y nulo desarrollo e innovación, sus síntomas: la violencia. También debemos recordar que la palabra hegemonía y fascismo (ísmo) son inseparables y añado algo significativo: que el fascismo europeo llevaron no sólo una ideología a sus pueblos, sino también como fue el caso de la Alemania Nazi empleos masivos, ¿no sería más importante definir que tipo y nuevo ultra nacionalismo se vive en México (cruzada por el hambre; horrible palabra: «cruzada») para aplastar la corriente de opinión pública y olvidar las partes esenciales que la sociedad necesita abordar como parte esencial de su vida? Se necesita un enorme esfuerzo dialéctico para explicar los problemas sociales que nos acerquen a la vida ciudadana, agradezco el artículo, y la imperiosa necesidad de preguntarnos en que estado vivimos, es decir, en que estado social vive, México, hoy en su fracaso: véase World Economic Forum, Amnistía Internacional, Human Rights, Le Nouvel Observateur, Le Monde (éste último nos clasifica como Estado Narco; todas las instituciones corrompidas) etc, etc., son ya los datos internacional tan abrumadores en sus indicadores que el «interés partidista» y los magos de las estadísticas nacionales afirman esto: no tienen tiempo para leer, (Calderón no tenía tiempo para leer según dijo él mismo), así nuestra clase política, así nuestra sociedad civil, así el país.
Es tristisimo ver como no sólo la clase política mexicana ignora la mirada de otros países, sino que la misma ciudadanía (no creo que toda, pero si la mayoria, desgraciadamente) ingnora o definitivamente niega que exista un problema. Tal parece que a muy pocas personas les interesa la existencia o desaparición del Estado democratico, no parece si quiera significar un problema. Estamos ante una realidad política en la que el pueblo es quien ejerce, hacia sí mísmo, un control autoritario, al hacer oídos sordos a los gritos de su propía población. Cegados por los medios de comunicación o por la inlfuencia de la soledad de las sociedades actuales, estamos ante un panorama deshalentador donde, literalmente, como sociedad nos hemos «echado la soga al cuello». Espero te haya gustado el artículo. Saludos.
Siendo el objetivo del PRI, su consolidación hegemónica a cualquier costo, éste es un estado fascista.
Criminalización del ejercicio periodístico, nueva variable del Estado Fascista Moderno.
http://www.animalpolitico.com/2014/02/con-epn-van-17-periodistas-detenidos-en-df-por-documentar-en-la-via-publica/#axzz2tuckFyFj