¿Qué hacer con la democracia en México?

En esta fase terminal posiblemente de la existencia humana, la democracia y la libertad son más que ideales a ser valorados, pueden llegar a ser esenciales para la supervivencia.
Noam Chomsky

La capacidad de los actos humanos para el cambio y la respuesta conjunta a problemas sociales complejos, son factores clave que nos llevan a implementar sistemas políticos diversos con los que regimos a los miembros de una sociedad. Por lo anterior, es imposible negar que los ciudadanos hacen a su gobierno y que existe una inminente necesidad humana por sentirse parte de algo más grande, y durante siglos ese algo ha sido la vida política. Actualmente, el mundo sufre transiciones políticas jamás antes vistas. Los sistemas de gobierno que creíamos funcionales han comenzado a transformarse, a mutar y en algunos casos hasta a corromperse. México no es la excepción al cambio. ¿Qué está pasando con la supuesta “cuna de la democracia”?

Durante los últimos años, hemos visto a este país atropellar los principios más auténticos de la democracia: la representación, la igualdad política, la competencia electoral y la existencia de un gobierno limitado. Desde candidaturas y puestos políticos producto del nepotismo, hasta ataques a la libertad de expresión o límites al ejercicio de derechos.

En México, la forma de gobierno está rota. Se vive una relativa democracia porque la toma de decisiones está limitada y acaparada por sectores tremendamente específicos que crea regulaciones y leyes para ir reduciendo la democracia poco a poco, antes de que las mayorías tomen su poder real, antes de que tomen “conciencia de clase”.

Entonces, ¿qué clase de sistema es éste?, donde el principio de representación ya no es factible porque no buscan representarnos, donde el voto y la toma de decisiones solo pertenece a las élites del poder, donde no existe igualdad política, donde no nos enseñan a ser democráticos.

No hemos impulsado la práctica de la democracia, y esto debería de constituir una práctica diaria. No existen suficientes contrapesos que participen en la toma de decisiones vitales de una sociedad; nos hemos acostumbrado a que se generen políticas que beneficien a pocos y a que exista ausencia de una reacción popular general. Decisiones equivocadas han limitado a la sociedad a sobrevivir dignamente con lo que tiene, a ponerla en los límites y en el nivel mínimo de la democracia.

Todos estos factores, revelan que hoy no se pueden ignorar las fallas del sistema, sino que debemos hacernos consientes de éstas para fundar principios que reformulen a la democracia como forma de enfrentar la vida.

Entonces, si vivimos bajo estructuras que no persiguen el bienestar social, debemos analizar cuáles son las bases para el cambio.

Primero habría que saber ¿qué entendemos por democracia? Y es que muchas definiciones hoy parecen ser un asunto banal, pues se ha usado equívocamenteel término (democracia) como parte de una hegemonía política mundial, sin verdaderamente entender su esencia. También hemos llegado al uso excesivo del término como parte de la propaganda política, pensando así que la democracia es la promesa al desarrollo y al cambio, una garantía de justicia y equidad. Así pues, siempre hablamos de democracia, pero nunca de hacer democracia.

Entonces, para enfrentar a la democracia es necesario no sólo definirla, sino ejercerla, pero ¿cómo ser democrático en un sistema que no lo es?

Bien se sabe que, por más voluntad que las mayorías tengan frente al cambio, si no existen recursos o facultades que otorgue el Estado para que acompañen este cambio, la búsqueda de condiciones justas se verá limitada frente al poder político, la opresión y el conflicto.

Con esto en mente, podemos argumentar que, son necesarios esos recursos, y que nuestra falta de democracia está estrechamente vinculada a la aplicación y origen de este sistema político. Nuestros fundadores, constituyeron un sistema para poner en muy pocas manos el poder de la nación.

Así pues, debemos enfrentar que lo que vivimos hoy no es una democracia.

Aunque todo el entorno político parezca desfavorecer el cambio, no todo está perdido; a pesar de todas las carencias de un sistema tremendamente joven, seguimos prefiriendo la democracia a otros sistemas, pues, hemos cuestionado la legitimidad de su estructura y las pruebas de ello. Nuestra actual democracia no debe seguir estropeándose, por lo que los problemas más básicos de la gobernabilidad deben ser tratados con eficacia y para ello se necesita del Estado y de la sociedad civil. No se pueden seguir secuestrando instituciones y estructuras de poder, más bien, para comenzar a ser democráticos se necesitan enormes esfuerzos para construir una cultura de la democracia. No hemos rescatado a la democracia porque no sabemos entenderla y no sabemos qué hacer con el hecho de que no vivimos en democracia. Cotidianamente, hemos sido testigos de un país donde el sistema democrático está coartado por distintos factores vinculados al poder, lo que debería llevarnos al cuestionamiento del entorno político que vivimos.

Entonces, la democracia no puede limitarse al discurso, o a quedarse en un pedestal del sistema político que sólo funcione como eje rector de ideales utópicos. Sino que, la democracia debe funcionar como forma de vida, como una costumbre, un hábito que se arraigue hasta la raíz más intrínseca de la sociedad para crecer más libres y más justos. Nosotros los mexicanos, podemos llegar a ser democráticos, construir sistemas y estructuras que tengan como base la participación, pero sobre todo construir reales ciudadanos, más iguales y críticos. Retomemos que el gobierno es del pueblo.

Myrna Caballero

Myrna Caballero. Ciencia Política. Lectora de oficio. Colaboro con publicaciones digitales a través de Cultura Colectiva. No colecciono nada, solo memorias. Enlaces: @myrna_caf

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