La humanidad bajo el capitalismo: escisión socio-natural y crisis ecológica

I

Walter Benjamín señalaba en sus tesis sobre el concepto de historia que: “El progreso es la catástrofe, la catástrofe es el progreso” (Benjamin, 2010) y no mentía al respecto tomando en cuenta que el capitalismo arremete contra la vida gestando una época genocida y ecocida (Echeverría, 2018). La economía de libre mercado en su devenir teleológico de crecimiento y desarrollo moderno empuña constantemente su daga sobre la naturaleza humana y no humana —con su mecanismo inherente de expropiación y apropiación sobre la base de la dominación instrumental (Horkheimer, 2002) y el alto consumo energético (Georgescu-Roegen, 1989)—, al buscar generar rendimientos en función de la acumulación de capital. Los tiempos de la productividad —cada vez más acelerados— generan el escenario para el autosabotaje de su desenvolvimiento productivo y consuntivo, y de aquellas relaciones del devenir cotidiano entre seres humanos y entre seres humanos y la naturaleza. La escisión humana de su naturaleza interna y de la naturaleza externa fisura la brecha de interdependencia de flujos de configuración mutua al establecer un trazo unidireccional y asimétrico sin retorno equilibrado. (Clark & Foster, 2012)

La extrañeza de ambas esferas —ajenas una de la otra dentro del conjunto integral del desenvolvimiento de la vida moderna orientada al capital— configura una alteración trastocada de las interacciones de la relación constitutiva. Dicha alteración la encontramos en la negación u omisión del ser humano sobre la relevancia material de la naturaleza para la satisfacción de necesidades como riqueza colectiva al considerarla exclusivamente como un medio para la construcción de una sociedad que tiene como fin la reproducción de capital (Marx, 2001, 2006). La naturaleza asume la cualidad de un instrumento en el proceso productivo de mercancías, un insumo imprescindible para la producción o una mercancía en sí misma con precio en el mercado, pero no una fuente de riqueza de valores de uso o un elemento sustancial simbólico que no puede valorase con categorías exclusivamente económicas.

Dentro de esta alteración subyace un desequilibrio ecológico que produce un proceso de autosabotaje inherente al capitalismo. El sistema se desmorona en peldaños, se resquebraja a sí mismo, automutila la parte sustancial de su sostenimiento al crear una obstrucción limítrofe en el umbral natural fisiológico de los seres humanos y la capacidad biofísica del planeta. No obstante, es su esencia: el capital se autodestruye al tiempo en el que se reproduce. Dicha acción de autodestrucción de la naturaleza humana y no humana pudiera en un primer momento —como señaló O’Connor (2001)— hallarse en una limitación de naturaleza para la reproducción de sus condiciones de producción, no obstante, el capital encuentra un subterfugio en la escenificación de una teatralidad ecológica cubierta con un disfraz de sustentabilidad y sostenibilidad que permite —ante la degradación socio-natural— seguir acumulando capital sobre la base de acuerdos y tecnologías “enverdecidas” que buscan una “solución” ecológica y ambiental al tiempo que encubren un proceso metabólico insustentable e insostenible de apropiación desmedida de la naturaleza (Bellamy 2004). En esta búsqueda de respuestas ecológicas cimentadas sobre el mismo problema generador, culpar a la “influencia humana” (IPCC 2021)[1] se ha convertido en un discurso reiterativo.

II

Si bien, la naturaleza se encuentra al límite por la actividad humana, su acción no puede mirarse en abstracto como simple acción ahistórica y despolitizada fuera de las estructuras de poder de los seres humanos en la búsqueda de satisfacer sus necesidades y de los contextos histórico-sociales en los que se desenvuelve, sino como acción atravesada por elementos de dominación y control inherentes a las relaciones sociales de producción y reproducción del capital en un tiempo histórico-determinado. En este sentido, la actividad humana —bajo el capital— contempla un fin particular que articula un proceso metabólico global de mercantilización de la vida sobre la base de una lógica imperial y colonial de reproducción civilizatoria propia de los países hegemónicos (Brand & Wissen, 2013). Esta humanidad que se configura con un propósito particular de la razón moderna —orientada al progreso y al desarrollo, a la valorización de valor y a la subordinación de los valores de uso y a la “plenitud” engañosa de un modo de vida “civilizado”— ha generado daños ecológicos desiguales. (Hornborg, 2006)

Por eso, aludir el problema ecológico y ambiental a la humanidad en abstracto obnubila el ethos hegemónico de la sociedad moderna —propio de la vida de las sociedades de países centrales y de grupos sociales minoritarios de la periferia que buscan emularlo y/o asumirlo como horizonte único aunque no pertenezcan a él— y la particularidad de un modelo que asume al ser humano —como condición intrínseca— como un sujeto concerniente a la sociedad moderna hegemónica con cualidades civilizatorias de raza, género y clase, con un individualismo exacerbado y una racionalidad instrumentalizada, todas ellas como cualidades del ideario identitario de la condición humana de la modernidad capitalista. (Echeverría, 2016)

Fotografía de Gabriel Chazarreta

En este sentido, manifestar a la influencia humana como problema de la crisis ecológica disipa el problema sustancial sobre el tipo de “humanidad” que profundiza los impactos sobre la naturaleza, ignora la imposición de un modo de vida particular “moderno” y la subordinación de otros considerados “atrasados o bárbaros”, y, además, encubre la perpetuación de un “modo de vida” que sostiene el proceso constante de práctica de la reproducción de un patrón —material y simbólico— de producción y consumo de bienes materiales, imaginarios culturales y subjetividades hegemónicas como forma de vida de alta entropía que tanto afecta al planeta.

Hoy las advertencias sobre la catástrofe ecológica y climática como los del IPCC aluden “preocupados” sobre un problema evidenciado años atrás como consecuencias de un modelo económico sin límites (Meadows et al., 1972) y no es para menos que entre las múltiples alteraciones planetarias —como la pérdida de biodiversidad, la acidificación de los mares, los cambios en los ciclos ecológicos y el calentamiento acelerado del planeta, por mencionar algunos—, se vislumbre la huella de la actividad humana orientada a la reproducción de capital. Sin embargo, enunciar la debacle ecológica como un hecho desanclado del desarrollo histórico de la economía capitalista desprovisto de condiciones sociales, políticas y culturales como elementos inherentes que influyen en el comportamiento humano encubre a la economía capitalista como la determinación sustancial de las consecuencias ecológicas y ambientales. Así lo menciona Malm & Hornborg (2014): la humanidad no puede ser considerada como “naturaleza universal”, porque elude las asimetrías sociales en la dinámica económica y política del capitalismo imperial.

III

Por ello, la humanidad del capital, en peligro de subsumirse por ella misma a través de revitalizarse mediante propuestas de capitalismo verde, no trastoca la relación de dominación sobre la naturaleza ni sus mecanismos de apropiación, sino se sitúa —continuamente— por encima de ella mediante su carácter de supuesta superioridad y extrañeza humana que intenta sobrevalorarse, mediante su intervención para manipular las condiciones planetarias (Bellamy, 2004) y “paliar” —sin comprometer su dinámica productiva-consuntiva y la instrumentalización de la naturaleza— la catástrofe ecológica. La naturaleza humana y no humana, por el capital, se desvanece —inherentemente— por la contradicción capital-naturaleza (Harvey, 2014) que pudiera manifestase en el productivismo que ignora el monto de la necesidad social y los límites de la capacidad biofísica del planeta.

Para transitar hacia momentos ecológicamente viables, debemos situarnos desde la esencia de las relaciones sociales que reproducen la catástrofe para reconocer el dominio y explotación de la naturaleza: humana y no humana, el proceso de constante colonización, la unidireccionalidad en los flujos interactivos que separa ambas esferas, la reificación de la naturaleza como medio —ambiente— necesario para la valorización del capital por encima de la satisfacción de necesidades y la subordinación de la naturaleza como un elemento pasivo en la reproducción social. No obstante, la visión instrumentalista de la naturaleza y la separación del ser humano de ella como ente ajeno desprovisto de su cualidad natural, el ser humano y la naturaleza contemplan un carácter activo —transhistórico— de interacción mutua dinámica y constante, en el que ambos contemplan un papel activo de hacerse uno y el otro en un proceso de transfiguración histórica, por ello, la humanidad no puede remitirse a un elemento aislado y abstracto, sino inmerso en la dinámica de la reproducción de la vida (Moore, 2020). El desequilibrio ecológico no deviene —solamente— en primera instancia en la acción humana y su influencia, sino en la razón o finalidad de su desenvolvimiento social, es decir, en el objetivo de su reproducción social; que para el caso de la humanidad del capital es la acumulación sobre la base de la apropiación de la naturaleza humana y no humana.

Por ello, es necesario reconocer la urgencia de trastocar la mercantilización de la vida bajo el capitalismo, buscando otro fin social —más allá del capital aludiendo a Mészáros (2010)— centrado en la vida. Quizá es momento de tirar del freno de emergencia de la locomotora capitalista (Benjamin, 2010) para frenar la continuidad de un modelo ampliamente devastador. La amplitud de propuestas de trastocamiento del capital es amplia hoy en día desde diferentes aristas y alternativas (Demaria et al., 2020; Lang et al., 2019; Toledo, 2016), pero no se pueden encontrar soluciones sobre la base del productivismo del capital, sobre el origen del problema, por ello, es imprescindible trastocar la relación socio-ecológica de la reproducción de capital, porque no preexiste causa ecológica sin asumir al capitalismo como origen del problema. Por tanto, la humanidad no representa exclusivamente un autómata permeado por la reificación del capital porque —incluso considerando su proceso de alienación— cuenta con su capacidad política de creación y construcción de alternativas u horizontes de reproducción social que buscan la centralidad en la vida, la exaltación de los valores de uso y formas alternativas de apropiación de la naturaleza.


[1] Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.

Referencias

• Bellamy Foster, J. (2004). La Ecología de Marx. Materialismo y naturaleza. Ediciones de Intervención Cultura/
El Viejo Topo.
• Benjamin, W. (2010). Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Editorial ITACA, Universidad Autónoma de
la Ciudad de México.
• Brand, U., & Wissen, M. (2013). Crisis socioecológica y modo de vida imperial. Crisis y continuidad de las
relaciones sociedad-Naturaleza en el capitalismo. En Alternativas al Capitalismo/Colonialismo del Siglo XXI
(pp. 445-470).
• Clark, B., & Foster, J. B. (2012). Imperialismo ecológico y la fractura metabólica global. Intercambio desigual
y el comercio de guano/nitratos. Theomai, 26.
• Demaria, F., Acosta, A., Kothari, A., Salleh, A., & Escobar, A. (2020). El pluriverso, horizontes para una
transformación civilizatoria. Revista de Economía Crítica, 29, 46-66.
• Echeverría, B. (2016). Modernidad y blanquitud. Ediciones Era.
• Echeverría, B. (2018). Modernidad en América Latina. En Vuelta de siglo. Monte Ávila Editores Latinoamericana
C.A.
• Georgescu-Roegen, N. (1989). La ley de la entropía y el problema económico. Herman Daly (Comp.), Economía,
ecología, ética
(1a ed. cast.), 61-72.
• Harvey, D. (2014). Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. IAEN.
• Horkheimer, M. (2002). Crítica de la razón instrumental. Trotta.
• Hornborg, A. (2006). Ecosystems and world-systems: Accumulation as an ecological process. Global social
change: historical and comparative perspectives
, 161-175.
• Lang, M., König, C.-D., & Regelmann, A.-C. (Eds.). (2019). Alternativas en un mundo de crisis. Quito: Universidad
Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador; Fundación Rosa Luxemburg.
• Malm, A., & Hornborg, A. (2014). The geology of mankind? A critique of the Anthropocene narrative. The
Anthropocene Review
, 1(1), 62-69.
• Marx, C. (2001). Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844. https://www.marxists.org/espanol/
m-e/1840s/manuscritos/
• Marx, C. (2006). El Capital. Crítica de la economía política. Fondo de Cultura Económica.
• Meadows, D. H., Meadows, D. L., & Randers, J. (1972). Los límites del crecimiento: Informe al Club de Roma
sobre el predicamento de la humanidad
. Fondo de Cultura Económica.
• Mészáros, I. (2010). Más allá del Capital. Hacia una Teoría de la transición: Vol. I. Pasado y Presente XXI.
• Moore, J. (2020). El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital. Traficantes de
sueños.
• O’Connor, J. R. (2001). Causas naturales: Ensayos de marxismo ecológico. Siglo XXI.
• Toledo, V. M. (2016). Ecocidio en México. La batalla es por la vida. Grijalbo.

Héctor López Terán

Economista, Especialista en Historia Económica y Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México; Maestro en Sociología por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Ecuador. Actualmente estudiante del Doctorado en Estudios Latinoamericanos (UNAM).

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