La pobreza es un nudo en la garganta y un retortijón en el vientre, cuando no un cólico insoportable. Los pobres nacen sin estómago; ¿para qué lo quieren? Los pobres no duermen por pereza, sólo tienen el deseo permanente de soñar para evadir la realidad. La pobreza es la herencia de las mayorías en el mundo. Un libro que jamás será leído. Una cifra para los estadistas y un nicho de oportunidad para los cínicos.
Ser pobre es una enfermedad de transmisión genético-histórica, para la cual no existe vacuna y obliga a quienes la padecen a (sobre)vivir acotados a una geografía mínima, como en una cuarentena vitalicia.
La pobreza vacía las aulas de las escuelas y engrosa las filas de la mano de obra barata. Los pobres nacen sin alternativas y aprenden a hablar rápido, a muy temprana edad, puesto que su vocabulario es igual de depauperado que ellos.
La pobreza y la ignorancia son hermanas siamesas. La pobreza de los pobres es la riqueza de los ricos. Los pobres producen dinero para quien más tiene y, claro, también producen pobres que perpetuarán el ciclo.
La desigualdad la viven quienes tienen dinero y bienes materiales. Ellos ven los contrastes entre los que tienen más y ellos. Los pobres no, porque todos tienen lo mismo, que es nada. Son isovalentes y a pesar de ser pobres son quienes tienen menos necesidades para estar en el mundo.
La pobreza es la encarnación de las cosas que nadie quiere ver. Sí. Los pobres nacen con el don de la invisibilidad, menos cuando se trata de folclor, estadísticas y documentales, o de buscar una aspirina para el alma cuando les regalamos lo que nos sobra.
Los pobres tienen prohibido enfermarse, tener aspiraciones, exhibirse en público. A ellos los regulan otro tipo de normas, unas que no los protegen, pero les prodigan obligaciones. Son los que llenan las iglesias en espera de audiencia por parte de un Dios que nunca tiene tiempo para ellos. Los remisos del conocimiento y la economía.
Los pobres, que se han puesto de moda en las noticias, no leen el periódico, se cubren del frío con él. Son una voz débil en medio de una algazara ininteligible, que grita por ellos, como prestanombres vocales.
La pobreza es una foto premiada en una exhibición donde se brinda con buen vino y se degustan canapés. El pretexto favorito de los políticos para justificar el despilfarro. Sí. La pobreza es un negocio millonario. Materia prima de grandes novelas y numerosos artículos –incluido éste.
Los pobres adolecen de gran generosidad y nacen vacunados contra la envidia y el consumismo. Son creyentes, pues qué les queda sino creer en un mundo extraterreno que será mejor que éste. Su riqueza radica en su corazón, en su fe, en su ingenio y talento para reciclar los desechos de los demás y sacar agua de las piedras.
Cuando se es pobre se nace con el gusto atrofiado para soportar lo rutinario de la dieta. Los pobres nacen adultos, pues no tienen tiempo para ser niños, aun cuando nunca se les confiere la mayoría de edad. No lloran lágrimas saladas, sino amargas, y pocas, por economía. Son mayoritariamente gente del campo con los pies bien hundidos en la tierra, tanto que ésta les impide abandonarla. Para ellos la modernidad es sólo un feudalismo tardío y, aun así, sonríen.
Lo irónico es que se invierta tanto dinero en estudios para comprender la pobreza y combatirla y tan poco en acciones efectivas para erradicarla. Lo irónico es que son los pobres, los que pasan hambre muchas veces, quienes ponen el alimento en nuestras mesas. Lo irónico es que quienes debaten acerca de la pobreza y de cómo combatirla jamás la han padecido.
La pobreza es violencia por omisión e indiferencia. Se esconde en fosas clandestinas. Se consigna en prisiones y en cifras huecas del Estado. ¿Dejará algún día de habitar debajo de la alfombra del país?
Salvador Cristerna
Salvador Cristerna es un chilango amante de la vitamina “T” (tacos, tostadas, tamales, tortas, tortillas…) y las gaseosas de cebada. Comparte algo de lo que sabe en la UNAM, donde aprendió un chingo. Le hace un poco al periodismo, cultiva las artes culinarias, le gustan los viajes –de todo tipo– y hace dieta gastando buena parte de su lana en librerías.