¡Siente cómo mi alma se desangra! ¡Cómo los cerros se cubren de nubes grises! ¿A caso me envuelve la desgracia, o esto que veo es la embriaguez de un mundo que cae sin consuelo, al recuerdo de un pueblo?
Risas huecas escucho al fondo. ¿Es qué no lo ven? ¿No miran a la señora lluvia que se aproxima acompañada de rayos que resquebrajan el cielo, de vientos que destruyen hogares, de un silencio que no se alumbra con luz alguna? ¿Se habrán olvidado de la tierra, de los días claros y de la abundante cosecha, y habrán dejado morir a sus hijos?
¡No!, no le temo a la noche sin estrellas, ni al silencio envuelto en risas, más le temo a la indiferencia, a la voluntad desecha y a encontrar a nuestro pueblo en profundo hastío. ¿Alguien mira el temblor de mis pies ante el peñasco? Nadie me enseñó a caminar con mirada firme, lo aprendí estando sola… Ha comenzado a estrujarse el cielo. Me niego a pensar que alguien me ha olvidado o que mis padres me han dejado morir ¿soy un delito grave o al nacer lo cometí?
Ayer tuve un sueño. Soñé con un dios legendario –por demás valiente y vencedor– pero desconozco sus orígenes, mi ignorancia así lo grita. No sé cómo o en qué se engendra la divinidad. Unos me dirán del cosmos, otros de la nada. Más me inclino por quienes dicen de la naturaleza, de la tierra que mis pies descalzos pisan, cálida en verano y en invierno húmeda, como la serpiente hermano de Kon’Oy, quien miró de reojo al dios blanco y…¡Ay!, yo misma al verle sentí dolor, ¿y es qué se perdería nuestro pueblo ante la palabra de aquella divinidad?
Pero… ¡mira cómo se aproxima la aurora! Pinta de rojo el horizonte. Las nubes coronan las faldas de las montañas… No tardará en envolvernos el frío. ¡Siente cómo mi alma se desangra! ¿Tienes duda? El cielo lo escribe claro al amanecer. ¡Escucha cómo se derrumba mi alma! ¿Tienes duda? Las montañas desquebrajándose no mienten. ¡Mira en mis ojos la ilusión! ¿Tienes duda? No, ahora ya no, ya no hay dudas.
Las nubes se levantan, llenan de infinita inocencia a la tierra. Comenzó el frío…
Las voces se mezclan con la fina lluvia. El viento mece el follaje de los árboles. La sierra se yergue con arrogante altivez: ¡mi alma ha despertado!
Jayacaxtepec, Mixes, 2002
Para citar este texto: Matías Rendón, Ana. «Sueño» en Revista Sinfín, no. 3, enero-febrero, México, 2014, 38-40pp. |
Ana Matías Rendón
Sin lugar de origen ni destino. Escritora. Es hacedora de imágenes con las palabras; Ghostwriter, para ganarse la vida y filósofa, porque no le queda de otra. Blog personal: https://anamatiasrendon.wordpress.com/