Los datos biográficos que se tienen de la infancia de Octavio Paz se pueden obtener principalmente de un ensayo autobiográfico, intitulado Itinerario, escrito cuando estaba ya cercano a la edad de 80 años. En dicho libro, Paz menciona tres acontecimientos que al parecer influyeron en las ideas que escribirá en los ensayos y que hacen una de sus primeras apariciones en su libro más conocido: El laberinto de la soledad.
Un primer momento importante en la vida del poeta tiene lugar cuando tenía la edad de cuatro años y se ve a sí mismo, en una imagen borrosa, como un “bulto” perdido entre los muebles de una casa grande: “Me veo, mejor dicho, veo una figura borrosa, un bulto infantil perdido en un inmenso sofá circular de gastadas sedas, situado justo en el centro de la pieza. […] El bulto llora. Desde hace siglos llora y nadie lo oye. Él es el único que oye su llanto” (Paz, 1992: 44). Una segunda experiencia ocurre cuando Paz parte a Estados Unidos en compañía de su madre, Josefina Lozano, en busca de su padre. Paz relata que, estando allá se vio limitado y apresado por lo que llamó una falta de lenguaje: no sabía hablar inglés. De regreso en México, el aspecto físico de Paz y el hecho de que sus compañeros de clase supieran que venía de Estados Unidos, le significó el rechazo y la soledad, pero esta vez de sus coetáneos. Paz se convertía, así, en peregrino en su patria. La tercera experiencia de vida es la acontecida durante la Guerra Civil Española, en 1937, cuando Paz es invitado al Segundo Congreso de Escritores Anti-fascistas como parte de la Liga de Escritores Anti-fascistas Revolucionarios (LEAR) junto con Carlos Pellicer. En el frente, tuvo lugar un acercamiento entre Paz y “los del otro lado”, los enemigos:
Guiados por un oficial, recorrimos aquellos edificios y salones que habían sido aulas y bibliotecas, transformados en trincheras y puestos militares. Al llegar a un amplio recinto, cubierto de sacos de arena, el oficial nos pidió con un gesto que guardásemos silencio. Oímos del otro lado del muro, claras y distintas, voces y risas. Pregunté en voz baja: ¿quiénes son? Son los otros, me dijo el oficial. Sus palabras me causaron estupor y, después, una pena inmensa. Había descubierto de pronto –y para siempre– que los enemigos también tienen voz humana. (Paz citado por Sheridan, 2004: 268)
Lo que es posible encontrar en estas experiencias del joven Octavio Paz son las semillas de un pensamiento político que germinará años más tarde. En la primera infancia se puede encontrar un ensimismamiento y una ruptura con el mundo exterior: Paz toma conciencia de su separación del mundo, a su vez, esta conciencia de sí parece despertar en él una aguda sensación de orfandad y soledad: su conciencia le permite darse cuenta de que es único y que, por lo tanto, está solo.
Esta reflexión parece desembocar, ya en la década de los cuarentas, época en que escribe los ensayos que darán origen al Laberinto, en la pregunta que le da inicio: ¿Qué somos? Así, la pregunta que es resultado de la conciencia de sí, le permite transmutarla a la pregunta más general y colectiva: ¿Quiénes somos y cómo se realiza eso que somos?
Lo anterior, conlleva una crítica a la mexicanidad como una identidad esencialista de tal modo que Paz termina por proponer que “[l]a mexicanidad será una máscara que, al caer, dejará ver al fin al hombre. Las circunstancias actuales de México transforman así el proyecto de una filosofía mexicana en la necesidad de pensar por nosotros mismos unos problemas que ya no son exclusivamente nuestros, sino de todos los hombres. Esto es, la filosofía mexicana, si de veras lo es, será simple y llanamente filosofía, a secas”. (1959: 185)
Paz comienza pues su reflexión pensando en sí mismo y esta conciencia de sí, le lleva a pensar las condiciones y características del país en donde vive y descubre que tal reflexión será vana sino termina por pensar algo más basto: la humanidad. En este sentido, podemos decir que la conciencia de sí de Paz tiene un movimiento ascendente que le permite visualizar la condición no sólo de México sino de Latinoamérica y del mundo.
Sin embargo, es la tercera experiencia la que permite identificar en El laberinto de la soledad una preocupación que le distingue de otros estudios sobre lo mexicano en tanto que relativiza el tema. A diferencia de otros estudios, en El laberinto podemos ver que la mexicanidad es un medio para pensar a la humanidad y no una finalidad en sí misma. El hecho de que sea así permite pensar al Laberinto como una crítica al nacionalismo y no como un elogio nacionalista cuyos resultados fueron bien conocidos en el siglo anterior.
El hecho de que Paz se haya encontrado con estos “otros” le permite pensar los discursos nacionalistas como meras construcciones culturales o políticas y, por lo tanto, modificables o susceptibles de transformación. Lo anterior, sin embargo, contrajo un problema: ¿cómo pensar la mexicanidad sin que esto suponga una descripción esencialista? En el apartado siguiente se realiza la reconstrucción teórica del Laberinto, para ver la manera en que Paz enfrenta el problema.
I. Reconstrucción teórica del Laberinto
Para realizar la reconstrucción teórica es necesario aclarar que, en este trabajo, se utilizó únicamente la edición de 1959 por el Fondo de Cultura Económica. Sin embargo, se retoma la clasificación que hace del libro Enrico Mario Santi en la edición crítica de la editorial Cátedra pues contiene anotaciones y observaciones a pie de página que dan cuenta de las transformaciones del libro a nivel de estilo y contenido. Así para su análisis se divide el apartado en tres partes: a) una primera parte introductoria en la que Paz ofrece un panorama de los mitos que sobre lo mexicano se han construido, b) una segunda en que Paz realiza una interpretación de la historia de México, desde la Conquista hasta la Revolución y el México pos-revolucionario y, c) un apartado en el que Paz inserta a México en la discusión mundial.
a) Los mitos sobre lo mexicano
En esta primera parte, Enrico Mario Santi (1993) posiciona a tres capítulos del libro de Octavio Paz, estos son: El pachuco y otros extremos, Máscaras mexicanas y Todos Santos, Día de Muertos. En estos tres primeros capítulos el objetivo parece ser mostrar algunos de los mitos que se han creado en torno al mexicano para demostrar que, en realidad, se trata de una construcción cultural susceptible de cambio y transformación. Para sostener esta capacidad de transformación cultural, Paz recurre a una de las figuras aparecidas a mediados del siglo anterior en Estados Unidos. Paz piensa que los pachucos “no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud revela una obstinada y casi fanática voluntad de ser, esa voluntad no afirma nada concreto en la decisión –ambigua, como se verá– de no ser como los otros que los rodean– El “pachuco” no quiere volver a su origen mexicano; tampoco –al menos en apariencia– desea fundirse a la vida norteamericana”. (Paz, 1959: 16)
Para identificar los mitos y creencias que se tratan de comprender y, por lo tanto, de desmontar, se puede citar a Oliver Kozlarek (2011) para quien en El laberinto de la soledad¸ existe la denuncia de unas patologías sociales que funcionan como una especie de síntoma de una creencia oculta en el imaginario social. Tales patologías están representadas en El laberinto bajo las figuras de: Reserva, pudor-recato, simulación, disimulación-mimetismo, ninguneo y la fiesta, que Kozlarek analiza muy puntualmente.
¿Por qué serían estos fenómenos una patología social? Oliver Kozlarek (2014), sostiene que la modernidad puede ser entendida como una “conciencia del mundo”, es decir, como como una oportunidad en la que, por primera vez, en la historia el mundo está interconectado entre sí. En este sentido, actitudes de hermetismo, de exclusión, de disimulo, de negación y de ninguneo, son actitudes resultado del periodo colonial pero que, en opinión de Kozlarek, necesitan transformarse en actitudes de apertura y crítica en tanto que, como humanidad, enfrentamos situaciones problemáticas que no atañen solamente a una cultura sino a situaciones en las cuales todas las culturas deben proveer de algo pues, en opinión de Octavio Paz: “somos por primera vez contemporáneos de todos los hombres”.
Y es que estas actitudes, como se mencionó más arriba, fueron el resultado del periodo de colonización y dominación en el que se instauró un proceso de inculturación que no solamente significó el sincretismo simbólico sino, también, un proceso de subestimación y menosprecio por parte de la cultura europea hacia las culturas precolombinas.
Siguiendo las ideas de Oliver Kozlarek, sostenemos que tales actitudes funcionaron como un mecanismo de defensa que les permitió a las culturas precolombinas sobrevivir al periodo de dominación cultural, fue el último resquicio de existencia humana que les permitió llevar una vida llevadera. Octavio Paz sostiene que es a través del lenguaje popular como se deja ver el mítico carácter hermético del mexicano y propone que este carácter es justificable si se piensa en lo que ha sido la historia del país –la historia de un país conquistado. Así, para Paz la forma que predomina en la interactividad cotidiana del mexicano es el hermetismo.
Con todo, para Octavio Paz, la mayoría de estas actitudes tienen su origen en la colonia y piensa que “[e]l mundo colonial ha desaparecido, […] no el temor, la desconfianza ni el recelo” (1959: 33). Oliver Kozlarek considera que tales mecanismos de defensa se han convertido en mecanismos automáticos que pareciera que funcionan solos y ahora es necesario recuperar la conciencia de nuestras actitudes con miras a transformar nuestra manera de relacionarnos con los demás y con el mundo.
Así, la reserva, por ejemplo, es fácilmente asequible si se le entiende como un mecanismo que tiene la finalidad de evitar expresar más de lo que se debe en una situación interactiva donde queda entendido que “el que se abre, abdica”. Más, ¿a qué se debe esto? Debemos recordar que Paz parte de la idea de hombría y que “consiste en no rajarse nunca”. Los que se “abren” son cobardes: “Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, ‘agacharse’, pero no ‘rajarse’ esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad”. (Paz, 1959: 33)
En cuanto al pudor y al recato, que Paz identifica también en la interactividad cotidiana, tendrían la finalidad –según la lógica paciana– de protección ante el otro. Se puede equiparar al pudor del que habla Paz con el concepto de “rubor en la interacción” propuesto por el sociólogo Erving Goffman. Si para Paz el pudor nace de la vergüenza ante la desnudez propia o ajena, para Goffman el rubor se origina cuando un participante de la interacción presume tener ciertos atributos sociales pero, en el transcurso de la interacción es descubierto en falta de, es decir, desprovisto de tales atributos. El mexicano no sólo es desnudado en la interactividad cotidiana sino también en la histórica.
Por otro lado, es con respecto a la simulación que se muestran más claramente las similitudes entre lo escrito por Octavio Paz y Erving Goffman. En tanto que Paz dice que simular es aparentar ser lo que no se es, para Goffman la simulación es aparentar poseer atributos sociales durante la interacción que, en realidad, no se poseen.
Se puede observar una relación entre lo propuesto por Paz y Goffman pero también con lo propuesto con anterioridad por Samuel Ramos. Para el filósofo zitacuarense, la simulación podría ser el resultado de pretender ser algo que no se es, así, el mexicano que padece de un complejo de inferioridad por no poseer ciertos atributos deseables en la interacción, simularía tenerlos. El afrancesamiento de algunos mexicanos en la época anterior a la que Ramos escribió El perfil del hombre y la cultura en México, sería el ejemplo más notable de la simulación.
A la disimulación, por otro lado, Paz la identifica como el fenómeno de “pasar desapercibido” y se entiende perfectamente dentro del marco de la interacción de dominación predominante en las colonias del siglo XIX. Por esto, justamente, Paz justifica esta actitud y ubica su posible origen en la colonia, donde la dominación era sumamente presente de los españoles y criollos hacia los indígenas. La finalidad de la disimulación es, entre otras, el pretender no ser nadie, no llamar la atención del otro que se percibe como un otro amenazante. El disimulo es un mecanismo que contiene en sí la negación de sí mismo, muy parecido a la negación, sin embargo, funciona mediante una lógica inversa pues mientras la negación es hacer del otro un don nadie, la disimulación consiste en hacer de uno mismo un nadie.
En concordancia con lo expuesto hasta ahora, con respecto a la fiesta, Paz propone que la historia del mexicano es la historia de un ser que busca la forma de expresarse porque ésta le ha sido coartada u oprimida por formas ajenas provenientes de la Europa colonizante. Sugiere que la fiesta es el mecanismo necesario para que “lo que no ha sido expresado”, se exprese. Sólo que propone que no es un mecanismo adecuado ya que en la fiesta el mexicano termina, muchas veces, por anularse. Es sobre todo en la propuesta paciana sobre la fiesta donde se deja ver la relación e influencia que tuvo el psicoanálisis en el ensayista pues pareciera que toma prestado del corpus conceptual freudiano el concepto de “represión” y propone a la fiesta como un mecanismo de desfogue pulsional, es decir, como el mecanismo que permite que se exprese aquello que se ha quedado callado mucho tiempo.
Para cerrar este apartado del análisis de los mitos de México, podemos decir que se pueden identificar, fundamentalmente, dos ideas básicas con respecto a: 1) que Paz denuncia que persisten creencias anteriores a la Conquista, tales creencias se relacionan con la creencia de que en el fondo se sigue siendo lo que los antepasados fueron y, 2) el mito que persiste y se reproduce en la fiesta es la creencia, en primer lugar, de que a través de la fiesta se expresa “nuestro verdadero ser”, por demás inexistente, y, en segundo lugar, la creencia de volver a un pasado mejor, a una época de oro.
Estas actitudes, por demás herméticas, según la propuesta de Octavio Paz, devienen de la interpretación que él realiza de la historia de México; veamos, a continuación, de qué trata esta interpretación.
b) Interpretación histórica
En concordancia con lo anteriormente, Paz realiza una interpretación de la historia de México en Conquista y Colonia, De la Independencia a la Revolución y La “inteligencia” mexicana, muy acorde con la interpretación de las formas de interactividad social en México. En este sentido, para Octavio Paz la historia de México puede dividirse en tres grandes periodos: la Colonia, la Independencia y la época posterior a la Revolución mexicana.
Es necesario tomar en cuenta lo señalado por Enrico Mario Santi (2009), cuando comenta que en El laberinto opera una analogía básica entre lo micro y lo macro, es decir, para Paz parece no haber ningún problema al comparar lo que le ocurre de manera individual a los mexicanos con lo que, a nivel macro, por ejemplo, en las instituciones políticas, ocurre.
De lo anterior, podemos concluir que, para Octavio Paz, bajo las creencias occidentales laten las creencias y costumbres anteriores a la Conquista por lo que la historia de México es el resultado de la persistencia de estas creencias y costumbres. Según Paz, en la interactividad cotidiana de los mexicanos late “la creencia de ser, o de seguir siendo, lo que sus antepasados fueron” lo cual hace que se vea la Conquista efectivamente como una violación. Sin embargo, esto no es así y la recuperación y la crítica de estas creencias, piensa Paz, es el deber de los intelectuales por lo que la cultura es algo transformable y modificable.
Esta postura, de apertura y de transformación cultural permite pensar y reflexionar de otra manera las relaciones entre las distintas culturas que, hasta ahora, han estado matizadas de dominio cuando no de exterminio.
c) México en el mundo
En los últimos dos capítulos, Paz realiza una reflexión en torno a México y su relación con el mundo, propone cuál debe ser la actitud del país ante una actualidad en constante comunicación e interconectividad global.
Comienza el capítulo intitulado “Nuestros días” haciendo una alusión a lo que fue –y debió– haber sido la Revolución. Al hacerlo, parece poner en la mesa lo que la Revolución como promesa debió traer al país y expone lo que en realidad trajo: “La Revolución […] no fue capaz de crear un orden vital que fuese, a un tiempo, visión del mundo y fundamento de una sociedad realmente justa y libre. La Revolución no ha hecho de nuestro país una comunidad o, siquiera, una esperanza de comunidad: un mundo en el que los hombres se reconozcan en los hombres y en donde el ‘principio de autoridad’ –esto es: la fuerza, cualquiera que sea su origen y justificación– ceda el sitio a la libertad responsable”. (Paz, 1959: 188)
Paz señala que la mayoría de las Revoluciones tiene como fundamento el proyecto o anhelo de transformar la realidad de un país: en México, según nuestra lectura del Laberinto, el sueño fue el de pasar de la dictadura a la democracia social, y desarrollar al país mediante la industria y así poder eliminar la dependencia del exterior. Paz se da cuenta del desequilibrio económico que existía entre los países desarrollados y los países “subdesarrollados”.
Lo anterior le hace pensar que la política exterior de México debe estar encaminada a realizar y a fortalecer las relaciones internacionales con los países que se encuentran en las mismas condiciones, a saber, los países latinoamericanos y los confinados a la periferia del desarrollo económico. Ante esto, Paz menciona que: “nuestra política exterior ha sido justa pero sin duda podríamos hacer más si nos unimos a otros pueblos con problemas semejantes a los nuestros. La situación de México, en este aspecto, no es distinta a la de la mayoría de los países latinoamericanos, asiáticos o africanos”. (Paz, 1959: 198)
Paz termina el capítulo sugiriendo que, si bien la Revolución no realizó la transformación o el salto de una sociedad feudal a una más libre, sí puso a México en la perspectiva mundial y mostró que la situación de México era como la de muchos otros países. Al mismo tiempo sostiene que las decisiones que tales países tomen determinan o afectan, la situación de los “grandes países”: “La situación de los latinoamericanos es la de la mayoría de los pueblos de la periferia. Por primera vez, desde hace más de trescientos años, hemos dejado de ser materia inerte sobre la que se ejerce la voluntad de los poderosos. Éramos objetos, empezamos a ser agentes de los cambios históricos y nuestros actos y nuestras omisiones afectan la vida de las grandes potencias” (Paz, 1959: 208). Termina diciendo que: “Nos aguardan una desnudez y un desamparo. Allí, en la soledad abierta, nos esperan también la trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres”. (Paz, 1959: 201)
De esta manera, arrojados al mundo, Paz considera que la mexicanidad es una máscara que, al caer, dejara ver al fin al hombre, al hombre sin más.
II. Modernidad como libertad, creación y crítica
En El laberinto, encontramos una dura crítica a los dos principales modelos de desarrollo que se han importado de Occidente a lo que hoy se conoce como América latina: el capitalismo y el comunismo. Es en Itinerario donde Paz nos aclara que por modernidad entiende un encuentro impostergable entre las culturas europeas y las culturas de este lado del planeta, es así que la modernidad adquiere el carácter de un movimiento de conexión planetaria impensable antes del “descubrimiento” de América por las entonces potencias ibéricas.
En este sentido, Octavio Paz ve la época (en la que escribe El laberinto) como una oportunidad y un reto. El reto se constituye a partir de lo que Paz concibe como un rompimiento con los discursos antaño legitimadores del actuar del ser humano:
México no tiene a su disposición un conjunto de ideas universales que justifiquen nuestra situación. Europa, ese almacén de ideas hechas, vive ahora como nosotros: al día. En un sentido estricto, el mundo moderno no tiene ya ideas. Por tal razón el mexicano se sitúa ante su realidad como todos los hombres modernos: a solas. En esta desnudez encontrará su verdadera universalidad, que ayer fue mera adaptación del pensamiento europeo. […] Vivimos, como el resto del planeta, una coyuntura decisiva y mortal, huérfanos de pasado y con un futuro por inventar. La historia universal es ya tarea común. Y nuestro laberinto, el de todos los hombres. (Paz, 1959: 185-187)
Ni comunismo ni capitalismo significaron, para Octavio Paz, las opciones adecuadas para garantizar el bienestar humano. Por un lado, el comunismo llevado a la práctica ha resultado en la legitimación de dictaduras que ciertamente aceleran el desarrollo económico de los países, pero a costa de la libertad de sus ciudadanos. Por otro lado, el capitalismo se ha caracterizado como el modelo de las libertades pero, al mismo tiempo, del deterioro ecológico que ha terminado por producir una catástrofe ecológica capaz de poner al borde de la extinción al ser humano y, con él, a la vida como se conoce.
Así tiene lugar la pregunta: Si ni capitalismo ni comunismo han significado la solución, ¿qué se puede hacer? Ante tal pregunta, Paz responde con la creación y en esto consiste la tarea no sólo de Europa, de México o de América Latina, sino de la humanidad:
La mexicanidad será una máscara que, al caer, dejará ver al fin al hombre. Las circunstancias actuales de México transforman así el proyecto de una filosofía mexicana en la necesidad de pensar por nosotros mismos unos problemas que ya no son exclusivamente nuestros, sino de todos los hombres. […] Nos aguardan una desnudez y un desamparo. Allí, en la soledad abierta, nos espera también la trascendencia: las manos de otros solitarios. Somos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de todos los hombres. (Paz, 1959, 185-211)
Lo anterior, lejos de ser un motivo de pesimismo, para Octavio Paz la situación representa una oportunidad de transformación cultural tal como lo expresó en una entrevista que le realizó Sergio Marras y que se publicó en Itinerario:
Si se derrumba el cielo católico, aparece la razón universal; si se desmorona la metafísica racionalista, aparece la crítica de la razón de Kant; si el kantismo se evapora, surgen el positivismo, el marxismo, Nietzsche… Hoy no tenemos nada a qué acogernos, se han acabado las ideologías universales y tenemos que reinventarlo todo. ¿Una gran pérdida? Más bien una posibilidad enorme. Por primera vez los latinoamericanos no tenemos a dónde volver los ojos: no hay ideologías de repuesto. La gran crisis comenzó no con el fin del comunismo sino desde hace más de medio siglo. Nadie sabe a dónde vamos. Todos estamos en el mismo barco. (Paz, 1993: 199)
La pérdida de tales ideologías significa soledad pero, también, libertad. Lo anterior significa que la humanidad debe, hoy, escribir su destino puesto que no hay discursos bajo los cuales ampararse en la comodidad de una existencia sin reflexión ni crítica. Así, la creación de una sociedad más justa y con una mejor relación con el mundo deberá partir de la existencia de la crítica de la situación actual. ¿Crítica contra quién o contra qué? Básicamente hacia la clase o élite gobernante de los países latinoamericanos que han imitado, de manera acrítica, los modelos de desarrollo europeos.
Bibliografía
Goffman, E. (1997) La presentación de la persona en la vida cotidiana. Argentina: Amorrortu.
Kozlarek, O. (2011) Octavio Paz: en el laberinto de las experiencias (post-coloniales) Devenires. Revista de Filosofía, 5(23).
Kozlarek, O. (2014) Modernidad como conciencia del mundo. México: Siglo XXI/ Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Lafaye, J. (2013) Octavio Paz en la deriva de la modernidad. México: Fondo de Cultura Económica.
Paz, O. (1959) El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica.
Paz, O. (1979) Vuelta a El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica.
Paz, O. (1992) Itinerario. México: Fondo de Cultura Económica.
Santi, M. E. (1993) Introducción crítica a El laberinto de la soledad. En Paz, Octavio (1993) El laberinto de la soledad. México: Editorial Cátedra.
Santí, M. E. (2009) Diez claves para El laberinto de la soledad, En Santi, M. E. (selecc) (2009) Luz espejeante. Octavio Paz ante la crítica. México: Editorial Era/ Universidad Nacional Autónoma de México.
Sheridan, Guillermo (2004) Poeta con paisaje. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz. México: Editorial Era.
Jesús Janacua Benites
Estudiante del Doctorado en Desarrollo Rural en la UAM-X. Docente-promotor de la Unidad de Educación Media Superior Tecnológica Agropecuaria y Ciencias del Mar adscrito a la Brigada de Educación para el Desarrollo Rural No. 104.