Tengo un hombre… y otros poemas

Tengo un hombre…

Para Israel, el Oso, el hombre que me salva, mi cordada de vida.

Tengo un hombre adentro de los ojos
sus pestañas parpadean mi retina
sacuden la tristeza al nervio óptico
me hunden en la ceguera,
el ímpetu, la exaltación

Tengo un hombre habitándome
su lengua en mi garganta
su pecho bajo mi seno, bullendo
espantando antiquísimas soledades
las manos cercando el arco epigástrico
regurgitando profecías amorosas
en sístole, reanimando al corazón

Tengo un hombre habitándome
corren mis piernas con sus piernas
rómpese mi columna en su esternón
y la pelvis… hundida en su ilíaco, aúlla
pretendo sacudirme la vida
residir sobre sus tuétanos colchón
beber su sangre anclada a la costilla bíblica
padecer la osteoporosis del amor

Tengo un hombre adentro de los ojos
aferrado al iris, cegando la pupila
vehemente candil de la noche larga
quiebro, vencida, la culebra dorsal,
me curvo, caigo frenética, barranca redimida
y allí, en el abismo de mi propio cuerpo
un hombre crece, me sostiene,
y me regresa la vida.

Febrero, 2020

Pintura de Victor Argüelles

Mi mapa

Amanece en su ombligo el mundo
Cráter de mis días
Desando cordilleras en sus piernas
Habito este país lejano
Saladas de mares sus orillas
Inauditos volcanes en los hombros.

Acurrucada entre sus ingles
Mástil de banderas yergue
Anuncia tierra a los viajeros
Pero nadie llega
Yo sola habito este país
Que destila lava en mis rincones.

Oscura geografía de caderas
Venas que corren por las sangres
Tuétanos arden, montaña en erupción
Ríos lánguidos escurren por los labios
Bebo y me sacian
Las pretéritas hambres, y la sed.

En sus crepúsculos me quedo infanta
Escojo: clavícula izquierda
Beso la cascada negra, gabán
Sosiego la cabeza sobre el cuello
El cuerpo burbujea, cárcel y refugio mío
Sueño que habito un país lejano y dormito.

Algún mes terrible de 2020

Pintura de Liliana López Marin
Pintura de Victor Argüelles

Dos pájaros

Para mi Oso en sus 43

Muchacho de la escollera en la barba
Oso pardo, oso del altiplano mexicano
conquistador de mis nieves blancas
Estruendo de volcán en la ladera de la oreja
Cráter profundo de mis lavas movedizas
Desgarrado padre de nuestros no hijos
Liviano amante de pesada osamenta
Que entre las láminas de fuego de mis llagas
Encuentra asideros, efluvios de violeta
Muestras preclaras del amor perpetuo

Renovado calabozo de tus labios
Ansiosa monja de tus capillas sin cielos
Me entrego al paraíso de tus hirsutos besos
tus salivas límpidas y resbaladizas
escurro la virtud de los profetas
y auguro, yo, Gabriela tuya
la eternidad de los nidos de pájaro
que retornan primaveras, otra vez empollan
y saltan al vuelo del abismo
desnudos de la tristeza y del tiempo.

25 febrero, 2021

Gabriela Guerra Rey
Gabriela Guerra Rey

Escritora, periodista y editora cubano-mexicana. Aspirante a la libertad física, de palabra y acción. Isla vencida. Emigrante eterna. Aventurera respetuosa y amante de la naturaleza. “El sentido de la vida está en el amor, y en la belleza; contemplarla es mi ilusión”.

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