La poesía como felicidad
¿Quién de nosotros no ha soñado, en sus días ambiciosos, con el milagro de una prosa poética, musical, sin ritmo ni rima, lo suficientemente flexible y dura como para adaptarse a los movimientos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño y a los sobresaltos de la conciencia?
Charles Baudelaire
Digámoslo ya y sin rodeos, apenas puesta a andar la reseña, porque además tuvimos la inmensa suerte de comprobarlo en una reciente entrevista con el autor en su propia casa: Fernando Cabrita entiende la poesía como una forma de felicidad. Dicho queda como aviso para futuros navegantes por su amplia obra.
Del conjunto de poemas que conforman el presente volumen, lo primero que queremos decir es que no cuesta nada reconocer su voz, pues insiste este creador del Sur en algunas marcas de la casa, entre las que sobresalen la balada extensa, de amplio aliento, con composiciones de tono reflexivo y la utilización de otros idiomas que no son el suyo.
Apenas dejar atrás el sobrecogedor primer poema, encontramos la oda a la que se alude en el título, y en ella, algunos de los versos más comprometidos del libro:
El pensamiento erecto esboza ideas peligrosas a la mente.
Como si fuera una tiza rota. O cal viva. Cosas sórdidas, supongo.
Supongo, me digo a mí mismo. Hay que negar compromisos. Supongo.
No mucho más adelante, acaban por certificar la defunción de esa nueva/ vieja Europa que, en mayor o menor medida, nos ha acabado traicionando a todos:
Un cadáver exquisito se vio pasar.
Al volante es un rendido homenaje al escritor y traductor onubense Manuel Moya, con el que tantos y tan gratos recuerdos comparte, como entrañables compañeros de viaje que se reconocen, y es aquí donde vuelven a aparecer esos recursos tan de nuestro poeta como son las preguntas que aspiran a ser trascendentales:
¿Qué es del sur nuestro de cada día,
sur nuestro al sur,
nuestros días al sur, al sur, donde el sur se encuentra consigo mismo,
y con su propia voz,
y con una violeta fugaz que crece como un hombre apuntando a los astros?
Nos adentramos ya en la composición titulada En una isla, dividida en cinco partes, donde vamos a percibir sin ningún género de duda el pálpito más íntimo y humano del poeta portugués, pues no en vano se atreve a volcar en un buen puñado de páginas, confesiones de este calibre:
Viviese yo en una isla,
en compañía de todo y aislado de todo, en una isla fuera de las rutas,
fuera de los cristales, fuera de las cartas marítimas, inaccesible a los turistas […]
O esta otra, tan lograda a nivel poético:
Viviese yo en una isla, suave, despojado de cosas violentas,
poseyendo una nada del tamaño del sueño,
habitando todos los sentidos, todos los vientos de la Rosa […]
Vamos columbrando ya el fin, pero antes hemos de detenernos en el particular cántico que le brinda a Miguel Hernández y en esa Meditación en la ría (no otra que la de Formosa, junto a su Olhão natal), donde parece corroborar su tesis, con la que arrancábamos estas breves líneas:
Que nada nos cause pena.
Y de lo que nos cause pena, haremos versos.
Y basta y aun sobra, que no se debe mostrar tanta miel sin que se le haga la boca agua y se le dilaten las pupilas a todo avezado lector. Háganse a no tardar con este nuevo título de uno de los más rotundos autores de nuestro Sur, en edición bilingüe por obra y gracia de la madrileña Bohodón Ediciones, con todo el mimo y el buen hacer al que ya nos tiene acostumbrados dicho sello.
No hay más. Se trata de versos sin peligro alguno. En ellos tan solo se nos invita a hacer uso de nuestra enmohecida conciencia. ¡Ah, la funesta manía de pensar! ¿Puede darse en poesía algo más inofensivo que esto?
Por Joaquín González Málaga
www.creaturasliterarias.es
Para citar este texto:
González Málaga, Joaquín. «Fernando Cabrita: Oda a la Europa muerta y otros poemas» en Revista Sinfín, no. 20, noviembre-diciembre, México, 2016, 79-81pp. ISSN: 2395-9428: https://www.revistasinfin.com/revista/ |