Alejandra

Mañana todo va a salir mejor. Pero todavía es hoy.
Friday Midnights – Surfistas del Sistema

Hoy me di cuenta de que no me gusta tanto el café. Pero, tal cual una mala costumbre, todos los días la primera cosa que hago es buscar ese amargor que voy metiendo de a poquito en la boca. También percibo que ella ya no me gusta tanto. Aunque, igual, no puedo empezar un día sin recoger las migajas que me va dejando. Haz de cuenta que ella está caminando por el bosque y tirando sus trocitos de pan para no perderse. Y yo soy el pajarito que se los come. En el final del cuento ella no sabrá regresar y yo seguiré con hambre.

Los dos sabemos que ella es mucho mejor que yo. Y todos los que nos conocen saben que ella tiene muchos otros. Nunca supe cuántos, no hablamos del tema. Digamos que yo soy el oficial. Si ella no regresa a casa no tengo el derecho de enojarme. Ese es el trato. Migajas. ¿Yo? No. Apenas con ella estoy bien. Pongámoslo así: a mí me gusta Alejandra y a Alejandra le gusta el sexo.

Yo soy un tipo mediocre. Los dos nos conocimos en un bar sin chiste, ella aburrida esperando a unos amigos y yo solito, sin nadie cerca. La miraba pensando en cómo sería despertarme al lado de una mujer así cuando ella se levantó, empujó la minifalda hacia abajo y vino a hablar conmigo. Me preguntó si yo tenía un encendedor. Le dije que no fumaba, era malo para la salud. Ella se rió. Yo no bromeaba. Dormimos juntos y me desperté solo.

Quién sabe por qué ella me envió un mensaje la mañana siguiente. Quería verme. Llegué puntualmente a las 7 de la noche en un restaurante abusivamente caro de la Condesa. Ella apareció 44 minutos después, con el cabello mojado. Se burló del libro que yo leía, del café que me tomaba y de mi chamarra de abuelito. Yo la elogié todo el tiempo. Dormimos juntos una vez más y ella estaba ahí cuando abrí los ojos por la mañana.

Llevamos seis meses juntos. Un día ella me comunicó que se mudaría para mi departamento, aunque no le gustara esa colonia y no hubiera en dónde estacionar el carro. En el primer mes tuvo la decencia de fingir que los otros no le importaban. Eso fue cambiando de a poco. Ayer, por ejemplo, llegó después de dos días fuera, oliendo a un perfume barato que yo usaba en los días ingratos de la preparatoria. Está perdiendo el buen gusto para los hombres.

Pero hoy sí voy a decirle que basta. Alejandra no agrega nada a mi vida. Podría estar con una mujer con quien compartiera gustos, pequeños placeres, las cuentas de la casa. Siempre he querido una vida burguesa de seriado gringo de los años 60. Tengo el derecho, ¿no? Aham, esos son sus pasos, reconozco su caminar por el pasillo. Hola mi amor, ¿cómo te fue? ¿Mucha chamba? Qué bueno. Sí, báñate. Claro, sal con tus amigas, necesitas un tiempo para ti. Pero mañana tenemos que hablar de algo. No, amor, mañanita, ¿va?

Para citar este texto:

Gonçalves, Camila. «Guie’ di’ba’ / Flor bordada» en Revista Sinfín, no. 16, marzo-abril, México, 2016, 44-45pp. ISSN: 2395-9428: https://www.revistasinfin.com/revista/

Camila Gonçalves

Es brasileña de nacimiento y chilanga por elección. Después de casi una década escribiendo para grandes empresas, decidió dejar todo y ser viajera en México. Va apuntando las curiosidades que ve en su cuadernito y tratando de convertirlas en historias. No siempre lo logra.

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