En un segundo

Todo pasó tan rápido, no entiendo cómo sucedió, no puedo explicarlo…  Sólo eso atiné a decir cuando alguien me preguntaba qué fue lo que pasó. No sé si era sólo curiosidad o de verdad es que sentían la necesidad de preguntarlo para tener una respuesta y poder comprender por qué te fuiste así de pronto.  ¿Sabes? hace días que no dejo de llorarte, aquí todo me parece tan frío y no encuentro consuelo en nada, ni en nadie.

Recuerdo lo que pasó hace justamente una semana como si lo estuviera viviendo hoy, como si fuera un sueño recurrente que no me deja descansar, que no me deja continuar con mi vida normal, y es que ¿cómo podría ser normal si ya no estás tú?.

Tú, el amor de mi vida, sólo unos segundos antes habías volteado a regalarme tu última sonrisa, igual de coqueta y pícara como siempre, esa sonrisa que me hacía perder el enojo y ceder a tus caprichos, que llenaba de ilusiones mis días, que me hacía luchar contra todo para que nunca la perdieras… Me perdí en tu sonrisa y en esa mirada tan tierna que te caracterizaba, en el brillo de tus ojos soñadores ¿cómo podía imaginar que sería la última vez que nuestras miradas se encontrarían?

Y pensar que ese sábado yo tomaba tu mano, esa cera tan pequeña y tanta gente nos obligó a ir casi de lado, yo iba caminando atrás de ti como si cuidara tus pasos, cuando de la nada te vi desvanecer y caer… te vi morir frente a mí. No supe qué hacer, grité, pedí ayuda, lloré, pronuncié tu nombre en repetidas ocasiones, pero ya no me escuchabas, ya era demasiado tarde y nadie pudo hacer nada por ti, me sentí tan impotente y maldije el momento una y otra vez.

Cada minuto que pasaba el dolor se hacía más fuerte, no podía creer lo que estaba viviendo… aún no lo creo. Pero lo peor estaba por llegar, no paraba de llorar, no sabía qué hacer, a quién llamar, mi mundo se paralizó, ¿cómo podría decirle a tu familia que estabas muerta?

Alguien me preguntó si quería que llamara a algún familiar o amigo, entre lágrimas y llanto pedí que se comunicara con mi hermana, y ahora que recuerdo, ni si quiera se lo agradecí. Ella se hizo cargo del funeral, así como de dar aviso a todos nuestros conocidos, familiares y amigos, pero fui yo quien les dio la noticia a tus padres, quise ser yo porque sabía que esa era mi responsabilidad, porque estoy seguro de que así lo hubieras querido pequeña. Apenas si pude recobrar el aliento por unos minutos para tomar el teléfono y decirles lo que pasaba.

La noche estaba cayendo y poco a poco iba llegando la gente que de un modo u otro era parte de tu vida, deseando acompañarte en esta última noche. En algún momento me sentí agobiado con tantas preguntas, ¿por qué no podían entender que cada una era como un cuchillo que se enterraba en mi corazón? Algunos cuando llegaban, me abrazaban y decían frases tan recurrentes que decimos en esos casos como: “te acompaño en tu dolor”, “estamos contigo”, “lo siento mucho”…  pero cómo podían ellos acompañarme en mi dolor, si no podían sentir lo que yo estaba sintiendo, si la persona más importante de su vida no estaba en tu lugar. Tu familia al igual que yo estaba desconsolada, creo que eran los únicos que podían entenderme y  que podían compartir mi sentir.

La capilla era enorme, obscura, fría, y con un olor mezclado entre flores y veladoras, en cuanto a ti se te veía, inocente, radiante y más bella que nunca, inmóvil, metida en una caja de madera. Tenías el lugar principal como toda una reina en medio de todos, algunos asistentes se acercaban a contemplarte, no los culpo pues eres hermosa. Quise pasar todo el tiempo posible contigo, no dormí en toda la noche, algunos me miraban como si fuese bicho raro, otros lo hacían con compasión, lloré en cada rincón, a lado tuyo, sobre ti, en los brazos de mi madre, en los de mi mejor amigo, lloré y sigo llorando.

Al otro día llegó el momento de decirte adiós para siempre, para muchos tu entierro terminó con ese trago amargo, pero decirle adiós a tu cuerpo y enterrarlo varios metros bajo tierra no quiere decir que ya no estés con nosotros, sólo que ahora iba a ser diferente.

Mi madre y mi hermana me ofrecieron quedarme en su casa unos días mientras me recuperaba, se los agradecí de corazón pero no podía aceptarlo, sí, es cierto que estaba en el punto más vulnerable y me sentía destrozado, pero no quería que me trataran con lástima, así que rechacé el ofrecimiento.

No pensé que las cosas podían ser peor, hasta que llegué a nuestra casa y entré en ella, el llanto se apoderó nuevamente de mí. Ese momento fue como perderte por segunda vez, fue hasta entonces que la tristeza se juntaba con tu ausencia, me encontraba completamente solo y sé que nadie podrá llenar jamás todos los espacios que dejaste vacíos. Nuestra casa estaba impregnada de ti, tu perfume, tu esencia, tus cosas, tus gustos… ese lugar tan tuyo, tan nuestro, ahora sólo guardaba tu recuerdo.

Los días han pasado y nada me consuela, la vida ya no tiene sentido sin ti, he dejado de comer, he dejado de trabajar, de salir, de contestar llamadas, ni si quiera puedo dejar de llorar, mi hermana ha venido a verme en tres o cuatro ocasiones esta semana, me ha obligado a levantarme de la cama y a comer un poco. Sé que si le contara lo que pasó hoy creerían que estoy enloqueciendo, pero yo sé que no es así, pequeña sé que te vi, y aunque lo que platicamos no fue muy agradable sé que estuviste conmigo.

Hoy como todos estos días casi no pude dormir, me desperté llorando, a ratos las lágrimas se me terminaban y me perdía en los recuerdos, y en estas ganas inmensas que tengo de morir para poder estar contigo, mas no tengo el valor para acabar con mi vida. Sólo que a diferencia de los demás días, en un acto casi de sonambulismo dando vueltas como fantasma por la casa, me encontré en la cocina, y de la nada el sentimiento me ganó una vez más y me derrumbé, en el piso llorando por ti escuché tu voz…

Pensarán que estoy loco pero no es así, ¡eras tú! y sorprendido alcé la mirada, te vi sentada en el mueble como lo hacías siempre, dijiste mi nombre, sonreíste y sentí una paz inexplicable, me acerqué a ti y te pregunté ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me habías abandonado? Tú sólo te limitaste a decir que así tenía que suceder, me pediste que dejara de llorar y sin entender te dije que eso no podía ser ¿Cómo puedo dejar de llorar cuando siento un dolor tan grade? Te pedí que me llevaras contigo, que no quería vivir, y sin pensarlo me dijiste que no, que aún no era mi tiempo…

Pero no sólo eso viniste a pedirme, recuerdo las palabras textuales que salieron de tu boca, cómo olvidar que me dijiste: “No puedo llevarte conmigo, tu tiempo aquí aún no termina, tienes que vivir y cumplir nuestros sueños, tienes que realizar todos nuestros planes. Yo ya no estaré aquí para acompañarte, pero estaré cuidándote siempre.” No podía dar crédito a lo que escuchaba, eran nuestros planes, no mis planes, todo lo que soñé era contigo y con nadie más, no podía aceptar lo que decías, no quería, pero me conoces bien y sabes exactamente lo que tienes que decir y en qué momento, entonces dijiste: “Hazlo por mí, prométeme que seguirás adelante con tu vida y que nunca me olvidarás, promete que cumplirás todo, que vivirás en ésta, nuestra casa, que tendrás una familia hermosa, como la que soñamos, promételo por el amor que sientes por mí… prométemelo.” No lo hubiese querido, pero cómo negarte algo, cómo negarte esto último que me pedías amor mío.

Sólo pude asentir con la cabeza, te dije “te amo” y me dijiste “yo también te amo”, así fue como nos despedimos pues en ese instante desapareciste de mi vista, fue tan rápido que no tuve tiempo para preguntar ni decirte nada más y aunque tu muerte fue tan repentina, que no nos dio tiempo a despedirnos, sé que ahora sabes que te amo, y sé que siempre estarás conmigo, hace unas horas quería dejarme morir, pero ahora no puedo, te di mi palabra y cumpliré mi promesa, si sigo en pie será por ti…

Eso meditaba cuando timbró mi celular, me desperté sobresaltado y aún con lágrimas en los ojos agradecí que todo había sido un sueño, horrible, pero al fin un sueño del que me estabas rescatando para darme los buenos días. Sé que muchas veces me olvido de decirte cuán importante eres para mí, y cuánto te amo, pero despertar con el sentimiento de perderte y sentir un vacío en mi corazón como si fuera realidad, me han hecho valorarte y valorar a todos los que aprecio. Doy gracias a la vida por haberme regalado una segunda oportunidad de tenerte, de sentirte y de poderte decir y demostrar cuánto te amo.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *