I
Con cuánta rapidez fueron cayendo las especies en la ceniza de la extinción. Inútil fue congelar óvulos y espermatozoides de los pocos ejemplares vivos, gestionar programas de cautiverio y reproducción y crear nuevas conservas ambientales; la desaparición de numerosos clados de anfibios, mamíferos, aves, reptiles y peces fue irreversible.
—Es inútil —se dijo una vez—. Por cada especie que salvamos, otras cien perecen sin remedio. Nuestros esfuerzos son comparables a jugar con la arena de una playa. Con gran furia arremete el agua de las olas y borra todos nuestros progresos.
Un día que recorrió con sus alumnos una lejana playa del país, con motivo de una práctica de campo donde censarían las especies en las zonas rocosas, en medio de la arena, había sido arrastrada por las corrientes el cadáver de una tortuga laúd.
Se acercaron todos los estudiantes, curiosos e intrigados por tal hallazgo.
—Murió siendo muy joven. No provocó su deceso ni un depredador ni una enfermedad. Ya sabemos quién es el culpable —dijo a sus alumnos, mientras con un palo examinaba el cadáver, en cuya cavidad torácica había acumulados residuos plásticos.
—Antes de morir, este animal atravesó por una dolorosa agonía —añadió.
Tomó una muestra del tejido muerto de tal ejemplar. Un estudio más minucioso develaría otras causas de la muerte.
—Prosigan su camino, ya los alcanzo al sitio de reunión —dijo a sus pupilos.
Cuando estuvieron estos a más de doscientos metros de distancia, no pudo evitar sucumbir sobre la arena, de rodillas. Entró en un intenso llanto ante el cadáver del animal. No le importó que la marea mojara sus ropas; no se iría de ahí hasta rendirle el justo homenaje a esta que fue, quizás, una de las últimas tortugas laúd vivas.
Al cabo de meses de arduo estudio, determinó que la tortuga murió, tanto por el plástico acumulado, como por metales pesados, hidrocarburos (petróleo y desechos que dejaron barcos y aviones) y radiación.
¿De qué serviría todo esto? De nada. Solo la publicación de un artículo alertando la inminente extinción de la tortuga. Al ser publicado, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza anunció que, debido a los nulos avistamientos de ejemplares silvestres vivos, la tortuga laúd debía considerarse como “Funcionalmente extinta”.
Pasado un año, dicha organización modificó el estatus por el de “Extinta”. Las últimas tortugas en cautiverio no se reprodujeron y las que nacieron murieron siendo muy jóvenes.
II
—Los científicos del siglo pasado, lograron modificar las funciones de ciertas moléculas, funciones no presentes en su versión natural. Así, una enzima que degradaba quitina, se encaminó para degradar plástico y material radiactivo. Pronto, la ciencia vio el nacimiento de toda una colección de proteínas capaces de metabolizar diferentes compuestos altamente tóxicos —dijo el científico.
—Cierto es lo que dice. Pero, a lo que veo, no nos ha traído para darnos clases de historia. ¿Qué ha descubierto? ¿Tiene algo que ver esta vieja técnica de la evolución dirigida con el problema de las especies? —preguntó una científica.
—Sí que tiene que ver. De modificar genes codificadores de proteínas, nuestros predecesores dieron un gran salto, prosiguiendo con la evolución del genoma de toda una bacteria, protozoarios y hasta de hongos. Así, hemos obtenido especies completamente nuevas, pero también se han “resucitado” a muchos de los microorganismos extintos del siglo pasado.
—¿Cómo es eso posible?
—Evolución iterativa. Una forma biológica extinta puede reiterarse si los eventos evolutivos que le originaron se manifiestan en otro organismo cercano taxonómicamente. Para quienes son ajenos a este concepto por el natural olvido que ejercen los años de la historia; por allá en el siglo XXI, fue descubierta una población de rálidos de Aldabra, aves sin capacidad de vuelo que se suponían extintas hace más de cien mil años. ¿Cómo volvieron a aparecer? Si bien los rálidos de Aldabra originales desaparecieron, un grupo de aves voladoras del mismo clado taxonómico atravesó circunstancias similares que provocaron la pérdida de dicha capacidad de vuelo. En fin, que la presión del ambiente y otras variables de la selección natural, terminaron por producir un ave semejante a la desaparecida. Uno de los microorganismos que hemos resucitado, un hongo, fue producto de aplicar este proceso, estudiando todas las variables que dieran como resultado a la forma biológica deseada. Es, por así decirlo, una evolución dirigida, no a moléculas, sino a la totalidad de organismos multicelulares.
—¿Cómo logran calcular esas variables y, finalmente, obtener a la especie extinta?
—Al día de hoy, es posible predecir cómo será todo un fenotipo al alterar ciertos genes y mecanismos de expresión. En el siglo pasado esto era imposible, lo máximo a aspirar era la predicción de moléculas y rutas metabólicas, pero no individuos. Con una versión mucho más sofisticada del Juego de la vida, puede construirse un modelo biológico y genético realista, que nos permite vislumbrar cada circunstancia que debe experimentar un genoma para que una forma biológica específica se dé.
III
SIMULADOR DE EVOLUCIÓN GENÉTICA DE POBLACIONES
GENOMA DE ENTRADA: Felis silvestris catus.
ESTADO DE LA ESPECIE DEL GENOMA DE ENTRADA: Población abundante y con alta variabilidad genética.
FORMA BIOLÓGICA DESEADA: Panthera uncia.
ESTADO DE LA FORMA BIOLÓGICA DESEADA: Extinto. Alto grado de endogamia. Clonación inviable. Alta probabilidad de muerte prematura.
NÚMERO APROXIMADO DE ITERACIONES GENÉTICAS REQUERIDAS: 124 145 215 475
NÚMERO APROXIMADO DE GENERACIONES MUTANTES DE GENOMA IN VITRO REQUERIDAS: 874.
TIEMPO APROXIMADO PARA GENERAR FORMA BIOLÓGICA DESEADA: 28 meses.
PROBABILIDADES DE ÉXITO: 98%.
IV
Basándose en el genoma del gato doméstico y teniendo como objetivo recrear el de Panthera uncia; el simulador de evolución genética de poblaciones permitió prever todas las mutaciones genéticas, deleciones, entrecruzamientos, silenciamientos o expresiones de ciertos genes y el aumento o decremento de cromosomas necesarios; para con ello, obtener células sexuales viables que a la fecundación formaran, con ayuda de la gestación artificial, al primer organismo superior resucitado de la extinción.
Lo mismo habría de ocurrir con otros animales y especies de plantas de las que solo quedaban recuerdos.
Víctor Parra Avellaneda
(Tepic, Nayarit, México, 1998). Estudia biología en la Universidad de Guadalajara. Es autor de la novela satírica El intrigante caso de Locostein (Editorial Dreamers, 2019). Ha sido publicado en Inglaterra (Nymphs), Estados Unidos (Dumas de demain y Spelk), Canadá (The temz Review y L’Éphémère Review) y la India (Culture Cult Magazine). Fue becario del PECDA Nayarit 2018-2019 en la categoría de cuento.