Número desconocido

Era aquella una vereda solitaria y obscura, parecía tan larga de recorrer, pues no se alcanzaba a ver dónde terminaba. A los costados se apreciaban los arbustos y matorrales por los que a veces lograban colarse pequeñas lucecillas que daban la impresión de ser ojitos observando. En el centro reposaban siempre infinidad de hojas secas que habían caído de los árboles cercanos, crujían al paso de quien por ahí caminara, rompiendo el silencio que parecía tan profundo…de esos silencios que transportan la imaginación a lugares desconocidos; de esos que, incluso generan cierta opresión en el pecho y logran acelerar los latidos.

     Por algún motivo, ella pasaba por ahí, era casi la media noche y las ansias por llegar a casa se habían apoderado ya de su paciencia tras haber atravesado casi toda la ciudad en medio del caótico tránsito y haberse finalmente averiado el autobús en el que viajaba, -¡cómo es posible que ninguno de los pasajeros hubiese tenido que venir por aquí para hacernos algo de compañía!- pensaba, mientras aligeraba cada vez más el paso, sentía cómo casi flotaba, sus pies tocaban apenas el adoquín; y pese a ello la vereda no parecía estar próxima a terminar.

     Era casi el verano, el ambiente era cálido aunque por momentos soplaba una ventisca fría que lograba erizarle la piel, -si tan sólo hubiese previsto cargar un suéter- se decía a sí misma, frotando sus brazos con las manos, sin interrumpir su paso acelerado. A lo lejos se oían los ladridos de algunos perros y la sirena de una ambulancia, que se podía percibir acercándose. El timbre del teléfono celular comenzó a sonar, lo cual hizo disminuir su marcha -no contestaré- pensó y volvió a acelerar, pero el aparato no cesaba de timbrar. –Bueno- respondió deteniéndose abruptamente.Numero desocnocido

     Una voz masculina nada familiar al otro lado del auricular le habló con un tono particularmente grave e irónico –Buenas noches, ¿sabe usted del peligro que corre caminando sola a esta hora de la noche por esa vereda?, sí, sabe que no debería hacerlo, pero no tuvo más remedio, ¿no es así?, hay muchas cosas irremediables en esta vida- ella estaba perpleja, enmudeció a la vez que un frío intenso le recorrió el cuerpo, se paralizó y no supo que decir.  –Continúe su camino con cuidado, hasta luego- dijo la voz y colgó. La invadieron los nervios y con las manos temblorosas hurgó en el registro de llamadas –alguien me estará jugando una pesada broma- se dijo, pero apareció la leyenda  “número desconocido”.

     Emprendió entonces una carrera incesante, corría a la máxima velocidad que sus piernas podían proporcionarle, sentía la tensión en los músculos de sus muslos y pantorrillas, el sudor frío se hizo presente en su frente y su aliento parecía entrecortarse. Entre los matorrales a su lado derecho una tenue luz alternando entre rojo y azul llamó su atención, disminuyó entonces la velocidad –es una patrulla, iré a su encuentro- pensó, pero no se atrevió a salir de la vereda e internarse entre los hierbajos. Alcanzó a ver una sombra que atravesó por ellos como una ráfaga, ella se detuvo un segundo e intentó ver qué dirección tomaba la sombra, pero se movió muy rápido y la perdió; estaba realmente temerosa y desconcertada.

     Retomó lentamente su andar, de repente, escuchó el crujir de las hojas detrás suyo, esos no eran su pasos…, se hizo presa de la angustia. Una pesada mano con un guante se posó sobre su hombro, ella se sintió desfallecer, el color abandonó su rostro y sus piernas flaquearon –buenas noches señorita, soy el oficial en turno. No sé si está enterada del nuevo sistema de geolocalización que estamos probando en particular en esta zona para seguridad de los transeúntes, consiste en que automáticamente al entrar el peatón al parque, nos llega una señal con su número celular y le llamamos para constatar que todo esté en orden, si después de unos minutos la señal nos sigue reportando su presencia en el área, acudimos personalmente a verificar que esté a salvo, ¿se encuentra bien?-.

     FIN

Samia Bulhosen

Nacida en la Ciudad de México en 1972, Samia Bulhosen Ojeda comienza a desarrollar su gusto por la escritura desde la infancia, realizando poemas, cuentos cortos, prosa poética y guión. Ha participado en círculos literarios y actualmente prepara su antología poética “Reminiscencias”, simultáneamente trabaja en una compilación de frases y reflexiones que llevará por título “Para vivir, amar y otros sucesos”.

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