¿Hacemos el o al amor? – Dicen los corazones que se pasan de cosidos, que volitivamente «hacen el amor», cuando lo único que realmente hacen es algo necesario tanto biológica como vivencialmente. Ese supuesto génesis del amor, está mediado tanto por la falta de mesura (mujer) y el exceso de desmesura (hombre). Correctamente dice Platón que los padres de Eros (amor) son Poros (recursos) y Penía (pobreza), y si traspolamos esto en un sentido humano, nos percatamos que el hombre-Poros posee un sin fin de artimañas dentro de sí, que es como un Odiseo cautivo que quiere ser libre, valiéndose de cualquier medio y estratagema para calmar esa hambre voraz de libertad que le carcome por dentro o el simple conseguir lo que sea como sea; y en cambio, la mujer-Penía en tanto que representa la pobreza moral y psicológica, que mendiga la atención aún a costa de cualquier violencia que se pudiera ejercer en su contra, pues es tan ingenua y «su-mensa» que fácilmente es hechizada por la policromía de ese ser tan ingenioso que es hombre-Poros, que le da tanto agua del Leteo, pues olvida la mala vida, pero a la vez es la fuente de su ambrosía, pues tal es su delirio que piensa que su amor es eterno y fiel.
¿A quién le es lícito creer todavía en Dios? – Hay un problema referente a la Divinidad: ¿a quién le es lícito creer todavía en Dios? El pecador cree en un Dios que redime sus «pecados»; el solitario cree que su Dios «le ama»; la mujer cree que Dios le prodiga un «buen esposo» y «buenos hijos»; y sin olvidar a los masoquistas del espíritu, que les satisface creer en un Dios que flagela. Y así como la felicidad del niño, no es la misma que la del hombre adulto o de la mujer, asimismo “nuestro” Dios va cambiando a la par que cambiamos nosotros, y por eso mismo, podemos decir que un carácter fuerte tiene la imagen de un Dios de fortaleza moral, en cambio, cuando existe un Dios compasivo es cuando las fuerzas del individuo han decaído.
La muerte de uno, no es la muerte de otro. El sentimiento de la muerte es más terrible y doloroso para aquel que se ha entregado a los placeres de la vida, que para aquel que se ha mantenido en su natural soledad, preguntándose y respondiéndose a sí mismo.
Para citar este texto:
Moreno Hernández, Ernesto Josafat. «Aforismos» en Revista Sinfín, no. 1, septiembre-octubre de 2013, México, 39p. |
Ernesto Josafat Moreno Hernández
Estudiante de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.AM.