Cuando ya no tuvimos qué comer,
nos comimos el hambre.
La amarramos de las patas y la pusimos a freír.
Lo mismo con la sed,
nos la bebimos todita,
en contra de su voluntad.
Las señoras buscaban a sus esposos desaparecidos,
parecían parvadas de buitres sin alas,
vestidas de luto;
picaban con varillas la tierra del desierto
en busca de fosas clandestinas.
A veces brotaba sangre del suelo,
sangre que apestaba a mexicano,
otras veces era plasma,
lágrimas,
o simplemente un alarido.
De las fosas brotaban árboles torcidos,
como marchitos de antemano,
en cuyas superficies rugosas
se vislumbraban rostros doloridos.
Sus frutos tenían fetos adentro,
incomibles.
Somos el país anfiteatro,
el ombligo que recibe el puñal.
La aritmética binaria de la historia
nos asfixia con su tufo a profecía.
La boca se nos llena del agrio sabor que tiene
la carne chamuscada del hambre,
y el arenoso y seco trago de la sed.
Mario Carlos Martínez Espinosa
Mario Carlos Martínez Espinosa (CDMX, 7-septiembre-1990) es licenciado en Literatura y Creación Literaria por el Centro Cultural Casa Lamm, es maestro en Literatura Mexicana Contemporánea por la Universidad Autónoma Metropolitana, en donde contó con una beca del CONACyT, y está diplomado en latín por el Centro Cultural Helénico. De igual modo, se ha desempeñado como traductor de narrativa en lengua inglesa.