En mi último instante de vida,
dulce amor amargo,
no dudes que te recordaré
y te besaré.
Tomaré tu recuerdo,
lo bañaré en mi último trago de alcohol
para brindar por ti con tu ausencia,
para sentir el rocío de tus labios
en la humedad de una copa de whisky.
En mi último instante de vida,
te recordaré en cada voluta
que salga de mi último cigarrillo,
torturaré a mis pulmones una última vez
llenándolos de tu aroma,
para luego sanarlos, con el sabor del tabaco.
Tomaré tu mirada,
la que robé aquella noche en que te amé,
(¿Me amarías tú?)
la disolveré en cenizas
y pediré
que me incineren,
para estar junto a ellas;
para fundirme
por fin,
con tu mirada,
para al fin ser
Dos en Uno,
Uno en Dos;
ser Dos
mientras ya somos Uno.
En mi último instante de vida
robaré también tu sonrisa,
la que mostrabas al morder tu labio inferior
en el Orgasmo,
pero también,
la que mostraste cuando con orgullo
decías que me dejabas;
la robaré y la usaré para sonreírle a la mayor de las hermanas
le sonreiré al momento en que corte de mi vida el hilo.
Moriré con tu sonrisa pegada en mis labios
para así,
convertirnos en Uno y Trino,
Juntos,
Convertidos en deidad.
Tomaré el sonido de tu voz por las mañanas,
el tacto de tus dedos recorriendo mi piel
y el sabor de tu lengua reptando por mi boca,
entonces te haré el amor
una última vez
para morir en tus brazos
abrazado a tu recuerdo.
En mi último instante de vida
te recordaré sólo a ti,
vida mía;
pues así como todos los caminos llegan a Roma
todos mis caminos siempre me han llevado a ti,
incluso el de la muerte.
Gilberto Blanco Hernández
Soy Gilberto, estudié la carrera de Historia en la UNAM y actualmente me dedico a la docencia, impartiendo las clases de Historia universal, Historia de México y Geografía. He publicado de manera independiente los libros El Castillo Amarillo y otros relatos de terror y locura (2017) y Adoradores de Dagón (2019). Actualmente trabajo en mi tercer libro de cuentos.