Los que no lloran tienen los ojos agrietados, resecos.
Los que no lloran constantemente se retratan.
Los que no lloran tienen una risa escandalosa,
diariamente miden la sonrisa para ver cuánto ha crecido su alegría.
Los que no lloran, van y vienen en grupo, alentándose en voz alta.
Los que no lloran, cuando están solos practican para ser felices.
Los que no lloran, solo tienen una regla de la que pueden hablar.
“Cantar, cantar para no llorar”
Los que no lloran se enamoran,
pero antes de desalentarse, se enamoran de una y de otra para evitar el dolor.
Lo único que tienen en común los que no lloran y los que lloran,
es que les atrae la noche.
Los que no lloran, se bañan con los ojos cerrados.
Los que no lloran, no salen a la lluvia porque la lluvia simula lágrimas.
Y si sale, llevan paraguas por si acaso.
Los que no lloran, no se meten al mar, porque un trago de agua salada les
haría brotar lágrimas infinitas, y se morirían desangrados.
Para citar este texto:
Crespo Escalante, Antonio Javier. «Los que no lloran» en Revista Sinfín, no. 16, marzo-abril, México, 2016, 68p. ISSN: 2395-9428: https://www.revistasinfin.com/revista/ |
Antonio Javier Crespo Escalante
23 años. Mérida, Yucatán. Estudiante de Periodismo