Ojalá sólo nos quemara el deseo,
ojalá fuéramos simples bestias apetecibles,
que tuviéramos por alcázar el lodo y la tierra
untada en nuestras sienes como ruines puercos.
Que nuestra imaginación y nuestras memorias
Se ciñeran en señales sordas, compuestas sólo del tacto,
Y que los gimoteos fueran sólo una estampa de vida
Apenas una rúbrica de caducidad para la muerte.
Así no desearíamos las estrellas,
tampoco entramaríamos artilugios de empeñoso idealismo.
Ni siquiera el amor sería tan mentado y pisoteado
No habría sueños tan elaborados,
Ni tragedias de los atemperados a la primera leve tumba.
El amor es congojoso por eso suda a uno con el fluvial de Baco,
por eso se mantiene alerta al peligro de la bestia
porque quiere, pero no sólo como el pavoroso bramido del perro.
Para citar este texto:
Muñoz Peralta, Rocío. «Pavoroso bramido» en Revista Sinfín, no. 2, noviembre-diciembre de 2013, México, 36p. |
Rocío Muñoz Peralta
Diletante de la filosofía, de la literatura y del cultivo de las lenguas. Hace poco descubrió su gusto por Muerte sin fin de José Gorostiza. Hay una frase recurrente en su memoria: “¿tienes intención de matarme? No hay carne ni sangre bajo este manto. Solo soy una idea.” Alan Moore.